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Una ley de votaciones para acabar con la proporcionalidad

Los italianos fueron convocados ayer a las urnas para participar no en uno, sino en siete referendos. La estrella de la consulta múltiple era, no obstante, la pregunta relativa a la ley electoral. Una pregunta larguísima, compuesta por 2.250 palabras, que se tarda en leer unos 18 minutos. Más allá de tecnicismos imposibles, lo que se inquiere a los ciudadanos es si quieren abrogar la actual ley electoral, que distribuye el 75% de los escaños en la Cámara de Diputados por el sistema mayoritario, y el 25% restante, de acuerdo con el sistema proporcional. Una ley mixta, aprobada en agosto de 1993, que introdujo el mayoritario de forma tímida, convirtiéndose en un mecanismo híbrido que la mayor parte de los partidos consideran hoy erróneo. En síntesis, la ley obliga a los electores a rellenar dos papeletas. Con una eligen a los candidatos que se presentan en cada uno de los 475 colegios (tantos como escaños se reparten por el sistema mayoritario) en los que se divide el territorio. Con la segunda papeleta, el elector debe escoger una lista de partido. Las distintas formaciones presentan listas cerradas en cada una de las 26 circunscripciones territoriales.

Mientras el ganador en el caso de los colegios electorales es siempre el candidato que obtiene más votos, el sistema de reparto de los 155 escaños que se distribuyen proporcionalmente es complicadísimo. El cálculo se hace sobre base nacional y no participan en el reparto los partidos que no han superado el 4% de los votos en todo el territorio nacional. A título de ejemplo, en las elecciones de 1996, Forza Italia fue el partido que más escaños se adjudicó por el sistema proporcional. Un total de 37 gracias a haber obtenido el 23,8% de los votos. El Partido de Refundación Comunista (PRC) obtuvo 20 escaños con el 12,9% de los votos. Paradójicamente, sin embargo, en términos globales, el porcentaje de escrutinios del PRC fue de apenas el 2,3%, pese a lo cual obtuvo 34 diputados.

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