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El arte de hacer una guitarra

Los días de Levante en Almería, esos en los que el viento abrasa y la sequedad del ambiente invita a escatimar salidas a la calle, son aguardados con impaciencia por el artesano guitarrero Juan Miguel González, el tercer eslabón de una familia dedicada por entero a la fabricación de este instrumento en La Cañada (Almería). Esos días, los de Levante, son propicios para algo más que ir a la playa y tomar el sol. Las pegas que el artesano de la húmeda provincia almeriense haga esos días serán vitales para la calidad del instrumento que tres meses después salga de su taller. Ése es el mínimo que Juan Miguel emplea para hacer una guitarra."Un guitarrero de Madrid dijo un día que en Almería no se podían hacer guitarras, pero estaba equivocado.

Torres tiene guitarras expuestas en Nueva York. Lo que pasa es que hay que buscar los medios", apunta el artesano. Y eso ha sido lo que ha hecho González: estudiar durante años, a fuerza de pruebas y ensayos, los medios y las formas óptimas para especializarse en la elaboración de guitarras clásicas, aunque también las haga flamencas. Su padre, Miguel González Abad, fue referente con su técnica junto con los hermanos Moya y el propio Antonio de Torres como guitarrero durante el siglo que termina. Pero Juan Miguel González ha tenido que "encontrar" su propia afinidad para culminar con éxito cada pieza que le encargan. Clientes de Japón, Estados Unidos, Alemania o Grecia avalan el hacer del último relevo generacional dedicado de lleno a este oficio en Almería. No en vano, su agenda con encargos está completa hasta 2005, algo comprensible para unas manos que no moldean más de 12 guitarras al año cuyo importe millonario el artesano se niega a desvelar. "Hay que tener en cuenta que las maderas empleadas no son normales, son todas de importación y es la flor de la madera, con vetas rectas y sin nudos". Madera de palo santo de Río de Janeiro o de la India, abeto alemán o cedro del Canadá conforman las cajas; los diapasones, de ébano totalmente negro y sin un solo poro en su superficie. Todas estas maderas pasan un período de adaptación en el taller de, al menos, dos años. La filetería que rodea el instrumento está compuesta por una doble chapa del llamado chicomoro con palo santo en medio. El puente de cada guitarra es de hueso y las boquillas, que distinguen especialmente las piezas de Juan Miguel, de plata de ley. "Los alemanes me preguntaban en una exposición que se celebró hace años que cómo lo hacía. Es un cordón de plata que va incrustado en la madera. Me costó mucho perfeccionar esta técnica... hasta que alguien me la copie, claro". El concertista almeriense Juan Francisco Padilla, uno de los promotores del I Certamen Internacional de Guitarra Clásica Julián Arcas, que se celebrará en Almería a partir del lunes, reconoce en las guitarras de Juan Ramón una idiosincrasia especial que "no tardará" en reconocerse. Obsequiar al ganador con uno de sus instrumentos añade al evento un complemento emocional, amén del premio en metálico. "El baretaje, las barras y los grosores son los secretos que el constructor tiene que averiguar. El éxito radica ahí y Juan Miguel ya lo ha averiguado", subraya Padilla. Dicen que cada guitarra es diferente y nunca suenan dos iguales, pero siempre hay una que destaca. "Igual que las sandías, que unas están más dulces que otras, sin saber por qué", justifica González. Quizá el secreto del dulzor en todas sus guitarras lo tenga el Levante.

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