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Tribuna
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Cortina de humo

Tengo la impresión de que existen demasiadas cortinas de humo en los tiempos políticos actuales. Me refiero a las sociedades de nuestro entorno, pero también a la política valenciana. La sensación de aburrimiento, por ejemplo, es un buen camuflaje para las actividades políticas reales.Clinton nos coloca un video donde reconoce que produce aburrimiento en los demás y, a su vez, que él mismo se aburre dentro de su famoso despacho. En el guiñol de Canal+, Aznar grita desesperado su hastío desde el sillón presidencial. Y aquí, en estas mismas páginas, Josep Torrent denuncia con toda razón el tiempo muerto del gobierno Zaplana, que ya lleva consumido un 25 por ciento de la legislatura y posiblemente ocupará otro tanto del final para construir heredero. Añado por mi cuenta, la posibilidad de que parte del 50 por ciento restante se utilice en recuperar fuerzas y acumular recursos energéticos para próximas elecciones. Aparentemente, por tanto, casi toda la legislatura será empleada en la reproducción política y en la recuperación del esfuerzo realizado.

Este largo bostezo político produce la falsa sensación de que todo va bien y, además, sin necesidad de hacer nada especial. Bien encaminados y sin manos. Quizá algún pequeño retoque de personal, pero hasta la oposición colabora en la estabilidad de algunos consejeros mediante el paradójico procedimiento de la denuncia judicial. Aunque en este caso, estoy convencido de que el presidente Zaplana se guarda alguna carta en la manga. Bueno, en la manga o en un cajón de su despacho, que para el caso es lo mismo.

Junto al aburrimiento aparente para escamotear la vida política ante el ciudadano, colabora también a esta cortina de humo la poderosa magia de las nuevas tecnologías. En las jornadas Valencia Sociedad de la Información, por ejemplo, como en tantos otros sitios de la temporada política, nos anuncian que el futuro ya está aquí. Y lo hacen con el mismo énfasis que en los años cincuenta se daba la bienvenida de Mr. Marshall. Ya hemos alcanzado el futuro, cuyas tecnologías nos impulsarán para recuperar una buena educación, o para conseguir que el ciudadano participe de nuevo, o para que el comercio y la banca recuperen la atención personalizada. Es curioso, pero parece que conseguimos el futuro para volver a obtener lo que teníamos en el pasado. Y con esta magia poderosa pretenden entretenernos, mientras la política sigue su curso al margen de nosotros.

Aburridos porque no pasa nada, embobados por las tecnologías de la información y la comunicación, y maravillados por la nueva economía que compra, vende y se asocia para especular con la nada de la realidad virtual, algunos políticos se parecen cada vez más a directores de cine enamorados de su propia película. Pero sería difícil dudar que, detrás de esta cortina de humo, existen problemas sociales y políticos muy concretos que nos están pisando los talones. Algunos son ya viejos conocidos y hasta produce vergüenza recordarlos. Pero otros, como la inmigración, la inadaptación social y personal ante los cambios actuales, la violencia y el tráfico de personas, se acercan imparables hacia nosotros. Películas aparte, ¿es que nadie quiere realmente hacer política?

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