"Seguimos sin soluciones para las familias con una sola cabeza"
Rosa de la Fuente es presidenta de la Asociación de Familias Monoparentales de Euskadi, una organización que le ha ocupado los últimos 10 años de su vida y que fundó por su situación personal. Rosa es madre soltera, de una niña que ya tiene 15 años, pero su entidad agrupa además a viudas y separadas, así como a hombres en esa situación. El femenino genérico, en este caso, está justificado ya que las mujeres son mayoría en esta organización que reinvindica "mayor sensibilidad de las autoridades".Pregunta. Hace una semana, el consejero de Justicia, Sabin Intxaurraga, hizo público un proyecto para diseñar medidas de apoyo a las familias monosparentales.
Respuesta. No ha descubierto la pólvora. Aporta los datos que ya sabemos y que proceden del último informe sobre la pobreza. Y no aporta soluciones. Dice que se hará una valoración para un futuro plan de acción positiva. Nada concreto. Podemos estar así siglos. No hay soluciones para las familias monoparentales.
P. ¿Cuál es la actitud de su asociación ante la Administración?
R. Somos absolutamente críticas ante la actitud del Gobierno. No cuentan con nostras para nada y eso que llevamos ya diez años trabajando en este terreno y, hombre, algo de experiencia tendremos.
P. ¿Se podría solventar esta cuestión?
R. Ése es el problema. Siempre nos hemos movido en condiciones de desventaja. No hay una línea de colaboración abierta con el Gobierno, sino de confrontación. Es increíble la falta de sensibilidad de las autoridades.
P. ¿Cuándo y por qué se creó la asociación?
R. La asociación se creó en noviembre de 1991. Primero fue sólo de Vizcaya y hace unos cinco años se amplió al ámbito de Euskadi. Nuestra preocupación son las condiciones de vida tanto económicas como sociales en las que viven, sobre todo, las mujeres, aunque hablamos de familias. Estas mujeres viven en situaciones de precariedad y de pobreza. Nos alarma que el hecho de constituir una familia fuera de la norma suponga una condena a vivir al margen de la sociedad.
P. ¿Cuál es el punto común entre los socios?
R. Todas somos mujeres, madres y jefas de familia, de una familia distinta, y vivimos en una situación de precariedad. Pertenecemos a una red a nivel europeo, de familias monoparentales, que fue de donde se nos ocurrió llamarnos así. Cuando empezamos, la gente nos preguntaba qué quería decir eso de monoparentales, que si era una enfermedad. Ahora al menos se nos conoce por nuestro nombre.
P. ¿Cuántas personas pertenecen a la asociación?
R. Al principio éramos unas 60 personas. Ahora ya somos 400, mayoritariamente de Vizcaya. Es un buen número. Hay que tener en cuenta que las personas que acuden a la asociación se encuentran en una situación muy difícil que les impide poder participar activamente. En la mayoría de los casos acuden a solicitar ayuda, información. Tenemos asesoramiento jurídico, psicológico, información sobre acogimiento y acompañamiento, orientación laboral y formación para el empleo.
P. ¿Cuál es la dificultad mayor a la que se enfrentan las cabezas de estas familias?
R. Vivir sola, o solo, con hijos a cargo es un freno para conseguir un estatus socioeconómico acorde con tus conocimientos y posibilidades. No se puede estar en la doble presencia, en el hogar y a la vez en el reciclaje profesional.
P. ¿Cómo se distribuyen los socios, según su situación?
R. Hay un porcentaje más elevado de separadas, seguido de madres solteras. Lo que más nos alarma es el altísimo porcentaje de madres solteras adolescentes. A finales de los 80, en Euskadi teníamos el índice más alto de embarazos precoces no deseados de toda Europa. Ha descendido ligeramente, pero sigue siendo una tasa muy elevada.
P. ¿En qué momento se encuentra su asociación?
R. Hubo una época de auge en todo lo referente a políticas sociales y llevamos ya unos años de recorte, no sólo en presupuesto, sino en soluciones. Cada vez recibimos menos subvenciones. Somos un colectivo no demasiado elevado en el número, compuesto mayoritariamente por mujeres que detrás tienen a niños que no votan. Tampoco somos un colectivo social ni contagioso ni delictivo ni damos pena por la calle. ¿Para qué se va a intervenir con nosotros?
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