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FÚTBOL Una final de la Copa de la UEFA teñida de violencia

Hinchas ingleses y turcos aterrorizan Copenhague

Varios heridos tras una larga batalla campal por las calles de la capital danesa entre seguidores del Arsenal y el Galatasaray

Alrededor de una veintena de heridos -al menos de tres de ellos por arma blanca-, decenas de contusionados y un número aún no especificado de detenidos son el balance de los gravísimos enfrentamientos habidos ayer en Copenhague antes del partido de la final de la UEFA entre el Galatasaray turco y el Arsenal inglés. La policía danesa, que había hecho un despliegue sin precedentes en la capital, se vio incapaz de contener a los miles de seguidores de ambos equipos, unos 12.000 por bando, movidos en gran parte por ansias de revancha por los incidentes habidos en Estambul el 5 de abril pasado, en los que murieron dos seguidores de otro equipo inglés, el Leeds, eliminado por el Galatasaray.Las cargas policiales, los botes de humo y los extremos controles de seguridad, con la colaboración de las policías del Reino Unido, Turquía, Bélgica y Holanda, estas dos en preparativos ante la Eurocopa 2000, no lograron impedir que proliferaran los enfrentamientos con extrema violencia. Muchas horas antes de que comenzara el partido, eran muchos los daneses que lamentaban haber sido anfitriones de un evento deportivo que acabó sembrando el odio por las calles de esta apacible ciudad báltica. Copenhague y las víctimas de la violencia que se extendió por diversas partes de la ciudad pagaron el precio de un partido en el que los turcos querían despojarse de sus complejos frente a Europa y ganar su primer título continental y gran parte de los ingleses querían vengar a sus dos compatriotas.

El drama se mascaba en el aire húmedo de Copenhague. Los ciudadanos de la capital danesa, pero también los hinchas de ambos equipos, habían llegado ya al convencimiento de que algo pasaría. Según pasaban las horas cristalizaba la idea de que la violencia era inevitable. "Habrá lío. Esperemos que no muertos", era la frase más repetida cuando caía la tarde. Hacia las cuatro ya había comenzado todo. Sin mayor motivo aparente se reanudaban, con mayor violencia, los enfrentamientos de la madrugada anterior en el mismo escenario, en la habitualmente idílica plaza del Ayuntamiento medieval. Volaban las botellas, las sillas de las terrazas, las bicicletas y los golpes entre seguidores del Galatasaray y del Arsenal. El odio que afloraba ya nada tenía que ver con rivalidad futbolística. Y los golpes, contundentes, rápidos y cargados de saña, se sucedían a velocidad de vértigo. Allí nadie pensaba ya en fútbol, en deporte ni en rivalidad. Se trataba de hacer daño al otro, de infligir el mayor golpe, la herida más grave, la peor humillación.

Parecían haberse juntado los jóvenes más bárbaros de dos de las naciones más antiguas de Europa no para un evento deportivo, sino para reeditar la batalla de los Dardanelos en la Primera Guerra Mundial. Pocos de los ayer presentes en el centro de Copenhague deben tener constancia de aquella larga y sangrienta batalla que ganaron los turcos al aún orgulloso Imperio Británico. Las noticias, confirmadas unas, desmentidas otras muchas, infundían miedo. "Junto al Tívoli le han cortado la oreja a un inglés. Otro tiene un navajazo en el estómago. Hay varios turcos heridos en la cabeza".

La ciudad se veía tan atropellada como su propia policía, para nada bregada en tratar con disturbios algo mayores que una reyerta entre punkies. "Aquí los policías no están acostumbrados a pegar", decía una camarera atónita en la calle Frederiksbergade. "Pues éstos no están acostumbrados a otra cosa, si no les pegas no los paras", respondía un turco de mediana edad, al que se veía profundamente entristecido por lo que veía. Según se acercaba la hora del partido crecía la certeza de que la jornada iba a ser tristemente recordada en Copenhague, que tiene, con razón, fama de ser una de las ciudades más apacibles del mundo.

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