Injusto
Leo con interés la columna de José Vidal-Beneyto del pasado 6 de mayo ¿Por fin la izquierda?, y me encuentro una vez más con un juicio superficial, injusto y malintencionado sobre la Iglesia católica y quien la representa. No podía esperar otra cosa, es lo habitual en el diario EL PAÍS, periódico que leo desde sus comienzos. Para Vidal-Beneyto, Juan Pablo II no es sino "ese extraordinario vendedor" que ha contribuido a configurar un Primero de Mayo confuso. Otros han aportado ritualidad; los menos, combatividad y esperanza. Entre estos últimos señala al sociólogo francés Pierre Bordieu, que ha hecho público un manifiesto donde invita a participar en unos estados generales con el propósito de "elaborar una carta que fundamente teórica y políticamente su existencia y establezca las bases de su estructura internacional. Sus ejes centrales son la resistencia al dogma del beneficio, la descalificación del credo de la mercantilización de la realidad que impone la mundialización neoliberal, la impugnación del principio que pretende que las actuales condiciones económicas del trabajo exigen la precariedad del empleo, el combate por la igualdad como derecho humano".
Estos ejes que al autor de la columna le parecen dignos de respeto, incluso de elogio, los puede encontrar igualmente en las actuales enseñanzas sociales de la Iglesia en general y en el pensamiento de Juan Pablo II en particular. Basta que se acerque a su lectura sin prejuicios o que conozca en su integridad las palabras que pronunció el Papa en la celebración de la Fiesta del Trabajo, en el Jubileo de los Trabajadores. Aunque es inútil, es más fácil despachar este acto calificándolo sin más de confuso y valorar a Karol Wojtyla del modo que lo hace.- .
