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Giuliani y las mujeres

Rudolph Giuliani siempre ha sido un republicano poco convencional. Ahora, más que nunca, lo está demostrando. En las dos últimas semanas, el alcalde de Nueva York, que compite con Hillary Clinton por el puesto de senador por este Estado, ha anunciado sucesivamente, en plena campaña electoral, que tiene cáncer de próstata, que se separa de su esposa y que ahora no tiene la política en mente.¿Suicidio electoral? Por el momento, Giuliani no ha querido dar pistas sobre sus intenciones, aunque muchos dan por terminadas sus aspiraciones como senador. Pero el alcalde, antiguo fiscal antimafia, todavía no se ha dado por vencido. En sus siete años de mandato, Giuliani ha conseguido granjearse a partes iguales el desprecio y el cariño de los neoyorquinos, que le agradecen la eficacia de su administración, le perdonan e incluso aprecian sus salidas de tono, pero también critican la violencia policial de estos últimos dos años, sus comentarios despectivos sobre los mendigos y se quejan de la alarmante subida de los alquileres. Giuliani va a poner a prueba esta relación de amor y odio cuando en los próximos días tenga que tomar una decisión sobre su candidatura al Senado, algo que todavía no ha anunciado oficialmente.

Todo empezó hace dos semanas, cuando, en una inesperada rueda de prensa, Giuliani, de 56 años, anunció que padecía un incipiente cáncer de próstata. Aquello despertó las primeras sospechas sobre las auténticas intenciones del alcalde, que apenas 24 horas después de conocer el diagnóstico de su médico se precipitó a anunciar su enfermedad ante la prensa, incluso antes de sopesar las incidencias del tratamiento en su cargado programa electoral. Luego estalló la bomba: también de improviso, Giuliani anunció su intención de separarse de su esposa, Donna Hannover, una periodista norteamericana con la que llevaba casado 16 años. Era de sobra conocido que el matrimonio Giuliani no era una unión ejemplar, pero, después del escándalo de Clinton-Lewinsky y los pormenorizados detalles de las infidelidades presidenciales, los neoyorquinos no estaban dispuestos a escuchar más confidencias político-sentimentales. Además, Nueva York no es lo mismo que Washington.

Hannover echó leña al fuego cuando en su propia rueda de prensa aseguró llorando que había hecho todo lo posible por mantener su matrimonio y sacó a colación una historia que hace dos años llenó la portada de los tabloides neoyorquinos: la presunta aventura que mantuvo el alcalde con su más fiel colaboradora, Christine Lategano. A raíz del escándalo, Lategano dimitió de su puesto y está ahora felizmente casada con un comentarista deportivo. Por si fuera poco, The New York Post sacó la semana pasada la foto de una amiga del candidato republicano, Judi Nathan, una viuda adinerada del barrio rico de Manhattan, con la que éste reconoció mantener una "relación especial".

Demacrado y triste cuando anunció su separación ante las cámaras, Giuliani recuperó su peculiar estilo cuando al día siguiente, el pasado jueves, insultó a la prensa por difundir cotilleos rastreros sobre su familia. Volvía a ser el alcalde de siempre. Pero tampoco entonces quiso dar pistas sobre su futuro. "Ahora no pienso en la política", fue lo único que alcanzó a decir. Las especulaciones políticas se han disparado. La mayoría de las apuestas apuntan a que Giuliani abandonará la carrera electoral o se verá muy aconsejado a hacerlo por sus colegas republicanos, que no han visto con muy buenos ojos tanta confesión personal.

El alcalde deberá deshojar la margarita electoral este mismo fin de semana y anunciar sus intenciones la semana que viene. Ya ha decidido reducir su programa electoral a la mitad para seguir su tratamiento. Otros aseguran que Giuliani no piensa tirar la toalla tan pronto. Sus colegas republicanos están cada vez más nerviosos. La convención en la que deben elegir al candidato que se enfrentará a la primera dama se celebra el próximo día30 y ya tienen a dos posible sustitutos en la manga: un congresista de Long Island y un filántropo de Wall Street. No hay tiempo que perder, ya que Nueva York es uno de los principales escenarios de la batalla que demócratas y conservadores librarán el próximo noviembre.

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