La educación que queremos
Me han llamado la atención dos artículos de reciente publicación en EL PAÍS sobre la educación, por el hecho que mencionan, directa o indirectamente, un aspecto poco tratado en los debates sobre el tema: el carácter público o privado que debe tener la educación en nuestro Estado. Agradezco a Fernando Savater que haya dedicado su artículo del sábado 29 de abril a ello, poniendo en cuestión ideas que con frecuencia en los últimos tiempos se dan por supuestas y aceptadas por toda la ciudadanía. "No puede haber mayor perversión de los objetivos escolares que supeditarlos a las circunstanciales exigencias del mercado"; "una educación que inculque una preocupación exclusiva por el grupo propio... será sin duda hostil... al desarrollo de una cultura común"; "sin educación pública puede haber neoliberalismo económico, pero no democracia realmente participativa", son conceptos que echaba de menos en boca de personas que pueden, y a mi entender deberían, crear situaciones de debate en torno a estas cuestiones; cuando, precisamente, desde posiciones interesadas, se intenta extender un estado de opinión basado en el acoso y derribo de los logros sociales del Estado de bienestar como expresiones del dirigismo público y obstáculos para una pretendida libertad de elección de los ciudadanos (reducidos a consumidores).Ejemplo de ello sería el artículo del día 1 de mayo, firmado por el señor Velázquez, en el cual abunda en generalizaciones gratuitas del tenor de "el sistema educativo público no se puede ajustar a los requerimientos de la demanda", cuando no realiza afirmaciones interesadas o uso de datos sesgados para abonar sus tesis: por ejemplo, ¿hace cuánto tiempo que España invierte en educación más del 6% de su PIB?; de los 5 puntos del PIB que dice gastar el sector público, ¿qué parte de inversión se queda realmente en los centros públicos y cuál se dedica a conciertos con centros e instituciones de titularidad privada?
Podríamos seguir comentando el mencionado artículo, pero ello ocuparía un espacio del cual no disponemos. Esa tarea se encuentra al alcance de personas con más tiempo para contrastar datos, tiempo que nos falta a los profesionales dedicados diariamente a colaborar en la educación de nuestros niños, convencidos de que aún muchas familias confían en nuestras escuelas e institutos (públicos) como lugares donde sus hijos se eduquen en la diversidad y los valores ciudadanos.-
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