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CRÍTICAMÚSICA

Mensaje sensorial

Terry Riley, piano y teclados. Stefano Scodanibbio, contrabajo. Auditorio municipal. Torrent, 5 de mayo.

El minimalismo, cualquiera que sea la cosa musical a la que este nombre se aplica, comenzó a ser utilizada para algunos de los primeros trabajos de Terry Riley o Steve Reich, a mediados de los sesenta. Riley, nacido en California hace sesenta y cinco años, es, por tanto, uno de los pioneros de la música minimal, intencionadamente simple y repetitiva. Con el paso del tiempo, la mayor complejidad de su música y la diversidad de fuentes de donde bebe, hace que el término sea menos apropiado para hablar de su obra, tanto menos cuanto nos referimos a uno de los grandes creadores de este siglo. El caso es que Riley, pionero y gigantesco en la sencillez de sus planteamientos, pasó por el Auditorio de Torrent y tan sólo una cincuentena de espectadores acudieron a la cita. Así son las cosas por aquí, pero quienes allí estuvieron disfrutaron de dos horas de hipnosis sonora. Y es que la música de Riley, si se escucha en la disposición adecuada, es decir, sin prisas, como dejando que el tiempo se detenga, coloca y bien. Fue como un masaje sensorial en el que el elemento sorpresa, en este caso, vino de la mano del contrabajista Stefano Scodanibbio. El músico italiano, una clara estrella emergente que hace muy buenas migas con Riley, fue bastante más que un mero acompañante, porque su forma de manejar el contrabajo, en solitario o dialogando con el pianista, es impresionante, especialmente cuando aplica sobre sus cuerdas singulares técnicas percusivas. En total fueron sólo cuatro piezas, de esas que van cuajando a fuego lento, haciendo círculos sobre sí mismas, modificando sus estructuras de forma sutil pero perceptible, que culminaron con un raga de la India dedicado a la primavera, en el que Riley cambió los teclados por las cuerdas hindúes y cantó con la naturalidad aprendida de maestros como Pandit Pran Nath y la dulzura de quien está a punto de entrar en trance. Fue un final casi seráfico, que mantuvo la corporeidad gracias al pulso terrenal del contrabajista.

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