Anelka celebra un gol con sus compañeros por primera vez
Un caos de gente eufórica se congregó en el patio que se abre a la salida de los vestuarios del Bernabéu, después de la victoria del Madrid. Anelka, con un gorro de playa ajustado sobre las cejas, se codeó con un elocuente Lorenzo Sanz, y desapareció en las sombras del aparcamiento el primero, casi arrastrado por su amigo Karembeu, enfrascado en su habitual silencio después de su noche más gloriosa en el Bernabéu. "Sus desmarques crearon muchísimo peligro... estuvo muy bien", opinó Sanz, casi entre dientes. Quizá desde ayer el presidente madridista comenzará a apreciar un poco más a Anelka, un jugador que le ha causado algún dolor de cabeza."¡Que bote el Bernabéu, que bote el Bernabéu!", gritó inflamado el graderío, presa de la fiebre de las viejas veladas europeas. En ese clima, Anelka se llevó la mayor ovación desde que juega en el Madrid, cuando fue sustituido por Balic en el segundo tiempo. Había marcado un gol. Su primer gol en Copa de Europa con la camiseta blanca, y el primero por el que recibe la felicitación unánime -o casi- de sus compañeros.
¿Por qué antes el equipo no celebraba los goles de Anelka? Roberto Carlos tiene una explicación de tintes peregrinos. "Lo que pasa es que al ver las imágenes por televisión, muchas veces se pierden las celebraciones", explicó sonriente. Nosotros solemos darle un beso, o le cogemos la mano, o le damos un abrazo y las cámaras no lo ven. Además, a veces un compañero marca un gol muy lejos y no tenemos fuerza para ir a celebrarlo hasta donde está. Hoy, Nico ha metido el gol y todos estábamos más cerquita así es que nos hemos dado un abrazo en grupo".
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