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Migrañas

José Luis Ferris

JOSÉ LUIS FERRIS

Reconozco padecer gran interés por determinados artículos médicos y no debe ser el mío un caso aislado cuando todos los diarios dedican varias páginas semanales a la salud, las televisiones se afanan en importar o producir series con hospital de fondo (incluido quirófano, charlas de pasillo y doctores estupendos), no hay familia de este país que no guarde en el mueble del salón alguna enciclopedia, fascículo o manual de medicina y vida sana. A falta de un estudio estadístico al respecto, me aventuro a asegurar que la salud es un asunto que compete a la mayoría y uno, que lo sabe, se siente respaldado, integrado y hasta comprendido por la respetable colectividad de la que forma parte.

El último artículo que he tenido el gusto de leer y subrayar me interesaba especialmente. Abordaba en profundidad el tema de la migraña, una enfermedad como otra cuyas causas siguen siendo, en su conjunto, un enigma para los más autorizados neurólogos. La padezco desde que uso la razón como argumento y les aseguro que sería un pecado sin nombre desearle a mis enemigos que probaran sus efectos. Pese a las grandes novedades terapéuticas de la última década, pocos remedios hay para ese punzante dolor en uno de los hemisferios de la cabeza que a veces va acompañado de pérdidas temporales de visión y que se ramifica a la piel hasta hacerla hipersensible. Parece ser que la culpa de todo la tienen las neuronas del ganglio trigémino y la zona alta de la médula. Vayan ustedes a saber. Pero a mí lo que más me cautiva de estos estudios son los datos estadísticos. No pierdan detalle. Uno lee que la migraña afecta al 12% de la población y que, de esta cifra, el 50% se ve incapacitado para realizar cabalmente su actividad habitual. Vale. Uno se resigna, acepta y reconoce que se encuentra entre ese 6% de desgraciados. Pero hay más. De ese ridículo 6%, sólo una sexta parte son hombres o, lo que es lo mismo, se estima que la mayoría de las jaquecas desaparece tras la influencia de los cambios hormonales, de manera que la migraña remite en un 70% de enfermos tras la menopausia. Ahora toca mirarse los pies y descubrir con una amplia sonrisa que somos los elegidos por ese 1% y sin hormona que lo remedie. Vale.

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