Un docudrama en vena
Hospital Central reproduce con bastante fidelidad un servicio de urgencias hospitalarias. Tanto, que más se parece a un docudrama que a una serie de televisión. La dosis dominical de medicina en vena que nos aguarda probablemente no desate iras entre los puristas de la profesión. No en vano, los guionistas han contado con asesoramiento constante de facultativos. Pero al espectador, sobre todo si busca entretenimiento, le va a dar un alipori entre viales, ecografías, politraumatizados y pinzas de sutura. El desinfectante puede olerse al otro lado de la pantalla. Y eso, si aguanta hasta el final sin hacer zapping. Porque un 40% del guión -al menos eso dicen los responsables de la serie- transcurre fuera del hospital. Es decir, cuenta cómo se producen las desgracias y los accidentes que terminan después en la sala de quirófano. Como en el primer capítulo, Regalos del destino. Una y otra vez las cámaras nos llevan hasta un terraplén donde se encuentran desparramados una docena de escolares envueltos en sangre después de que su autobús sufriera un accidente. Una cosa suave para la noche de los domingos. Buena idea para empezar con ánimo la dura realidad de los lunes.
Menos mal que los autores de la serie han depurado la línea inicial de sus guiones -según han contado esta semana- para no herir la sensibilidad del espectador. ¡Cómo serían aquéllos! En esto desde luego nuestras urgencias no se parecen a las Urgencias de la televisión norteamericana. Aquellas son entretenidas. En todo lo demás la comparación es inevitable. Incluido el corte de pelo a lo George Clooney para uno de los protagonistas de la serie y hasta el tema musical se parece al norteamericano.
Pero tampoco hay que escandalizarse por la importación de modelos extranjeros. Nuestros primeros telepolicías no podían evitar tararear aquella Canción triste de Hill Street en sus batidas por Lavapiés, y en este país los estudiantes de secundaria no han tenido nada que contar hasta que una pandilla de californianos les dijo lo que era realmente la Sensación de vivir.
Echémosle la culpa a la aldea global más que a la falta de imaginación. Aunque cuando la ficción en España se ha puesto la cabeza en marcha ha dado buenos frutos, exportables incluso, que superan con creces a los remedos de éxitos extranjeros.
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