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Aznar se marca el objetivo de neutralizar a los nacionalismos en esta legislatura

Luis R. Aizpeolea

José María Aznar se ha trazado como un objetivo estratégico de esta legislatura la neutralización política de los nacionalismos, particularmente el vasco y el catalán. Fuentes cercanas a Aznar admiten que el presidente lograría su gran satisfacción política si coronase su salida de La Moncloa con la derrota en las urnas de los partidos nacionalistas en las elecciones autonómicas que precederán a las generales. Razones que explicarían la futura candidatura de Jaime Mayor para Euskadi y el ascenso de un ministro catalán, Josep Piqué, a un puesto de la proyección de Exteriores.

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El entorno de Aznar cree posible la derrota en las urnas de los nacionalismos vasco y catalán en las elecciones autonómicas por vez primera desde el inicio del Estado de las autonomías y su sustitución por presidentes no nacionalistas.Aznar defiende ese escenario como saludable no sólo porque los nacionalistas llevan gobernando 20 años el País Vasco y Cataluña sino porque una derrota nacionalista y una pérdida de su poder abrirían un proceso de reflexión en el PNV y en CiU que conllevaría la depuración de las posiciones soberanistas, en un caso, y las más reivindicativas en el otro.

Fuentes cercanas a Aznar mantienen que ese proceso llevaría a la clarificación de posiciones en el nacionalismo y a la postre a la moderación a CiU y PNV, porque ambos partidos comprenderían que en Euskadi y Cataluña sucede, como en el resto de España, que las elecciones se ganan en el centro.

El PP, de hecho, habría ganado las elecciones del 12-M al PNV si no se hubiese abstenido Euskal Herritarrok. Supuesto que supondría el colofón a los últimos comicios autonómicos, los de octubre de 1998, en los que el PP ya se situó como segundo partido vasco, tras la formación de Xabier Arzalluz. En esa clave está la decisión de Aznar, aún no comunicada oficialmente, de presentar a Jaime Mayor Oreja como próximo candidato a lehendakari.

Pero para Jaime Mayor esa apuesta es doblemente arriesgada: Intentar ganar y después formar Gobierno. En el País Vasco, la segunda meta es casi más difícil que la primera. En todo caso, cuanto más tiempo dure la crisis del Gobierno del lehendakari Juan José Ibarretxe, más se desgastará el PNV y mayores serán las posibilidades de Mayor. En esta hipótesis, en las filas vascas del PP se apunta como deseable un "Gobierno compartido" en el que podría participar un PNV reciclado, tras una ruptura previa con el Pacto de Lizarra y el soberanismo, y el PSE-PSOE. Salida que podrían aceptar los socialistas.

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Aznar barruntó hace meses la posibilidad de aprovechar los cambios de su nuevo Gobierno para trasladar a Mayor a un Ministerio de proyección pública como Exteriores y liberarlo de Interior. La ruptura de la tregua de ETA, primero, y la crisis política vasca, después, tras el excelente resultado electoral del PP vasco y la pérdida del apoyo de EH a Ibarretxe, le decidieron por la continuidad en su cargo de Mayor.

Aznar ha aprovechado finalmente el Ministerio de Exteriores para proyectar a Piqué, en una estrategia pensada para Cataluña, por una vía menos arriesgada que la del Portavoz, tras estallar el Caso Ercros. Una potenciación apoyada ahora aún más con el nombramiento de Anna Birulés, otra catalana, próxima a Piqué, como titular del Ministerio de Ciencia y Tecnología, que le dará una gran penetración en el mundo empresarial de Cataluña. El toque catalanista de Piqué y Birulés, debido a su paso por la Administración de la Generalitat, son bazas añadidas en ese fin.

La apuesta de Aznar por Piqué en Cataluña es a más largo plazo que la vasca con Mayor, en la medida que el PP es más débil en Cataluña que en Euskadi. Pero el entorno de Aznar cuenta con otra clave: la crisis del nacionalismo catalán por la sucesión de Jordi Pujol.

Esta estrategia de Aznar no afectará a las relaciones institucionales con la Generalitat y el Gobierno vasco, con quienes cumplirá sus compromisos, pero sin concesiones. Tarea que catalizará su nuevo número dos, Mariano Rajoy, dialogante pero implacable ante las reivindicaciones nacionalistas, cualidades contrarias a las de su antecesor, Francisco Alvarez Cascos.

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