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35ª Jornada de Liga

El Madrid exprime unos minutos locos de Anelka

El Espanyol fue inferior esta vez y encajó los goles de Balic, a pase del francés, y de Raúl

Robert Álvarez

Unos minutos locos de Anelka le arreglaron la vida al Real Madrid en Montjuïc. En el mismo campo en el que se despidió hace tres días de la Copa, el equipo madridista experimentó una mejora que le permitirá encarar los tres últimos partidos de Liga sin la desesperación que le hubiera sobrevenido caso de haber perdido de nuevo. Sin alardes, el Madrid apuntó algunos síntomas positivos como la evolución de jugadores como McManaman, Balic o el propio Anelka y su capacidad para agruparse en torno a Redondo mejor de lo que lo hizo el miércoles.El Espanyol, sin la tensión y el punch del día de la Copa y sin jugadores tan capitales como Galca, Roger y Tamudo, perdió la preponderancia en sus acciones y estuvo a mucha distancia de entonces. La ausencia del rumano y del ex azulgrana la pagó el Espanyol con la entrega al Real Madrid de la batuta y del ritmo de juego y con la pérdida de jugadores que le dieran proyección con sus envíos desde atrás y de un delantero de la movilidad y la capacidad para inventar remates de Tamudo.

ESPANYOL 0-REAL MADRID 2

Espanyol: Mora; Cristóbal, Nando, Soldevilla, Navas; De Lucas (Brnovic, m.61), Toni Velamazán, Sergio, Arteaga; Martín Posse y Serrano (Manel, m.72). Real Madrid: Casillas; Geremi, Iván Campo, Julio César, Karanka, Roberto Carlos (Dorado, m.86); McManaman (Ognjenovic, m.89), Redondo, Balic (Karembeu, m.80); Raúl y Anelka. Goles: 0-1. M.46. Anelka arrastra a la defensa y habilita por la izquierda a Balic, que marca cruzado por bajo. 0-2. M.77. Raúl transforma el penalti con el que el árbitro castiga una acción entre Arteaga y McManaman. Árbitro: Japón Sevilla. Mostró tarjeta amarilla a De Lucas, Nando, Karanka, Arteaga, Julio César y Geremi. Estadio Olímpico de Montjuïc. Unos 16.900 espectadores.

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El Real Madrid se hizo cargo del juego a las primeras de cambio y al Espanyol no pareció importarle mayormente. El equipo blanquiazul confió en exceso en la verticalidad de su juego. Una capacidad para plantarse en un visto y no visto ante Casillas de la que tiró nada más empezar el partido con un balón que robó Toni, centró Posse y Arteaga envió al palo. Era el minuto tres y el Madrid empezaba a temer lo que le pasó el miércoles, quedar impune ante la ráfaga de ocasiones del Espanyol. Pero nada de eso sucedió porque el equipo madridista, con tres centrales (Campo, Karanka y Julio César), le cerró mucho mejor los caminos al Espanyol.

Continuó el equipo madridista con su propensión a encomendar a Geremi sus aproximaciones ofensivas. Pero Balic se hizo notar más que Savio y sacó un par de destacables disparos lejanos. Roberto Carlos, por otra parte, se dejó notar mucho más que Karanka, que el día anterior había ocupado el puesto de lateral izquierdo. Del brasileño tuvo que cuidar De Lucas, sustituto de Galca pero tirado a la derecha, mientras que Toni Velamazán compartía el papel de medio centro con Sergio.

La reaparición de Anelka fue asombrosa. El francés hizo dos partidos en uno. Pasó de incógnito tres cuartos de hora y, como por arte de magia, enlazó cuatro acciones decisivas en los siete primeros minutos de la segunda parte. En la primera de ellas decantó el partido. Enganchó un balón en la línea de tres cuartos -con el espacio por delante en el que se hace soberano su larguísimo tranco- y en su aceleración se llevó como un imán a tres defensas del Espanyol. Todo ello, con un ojo en Balic, que entraba por la izquierda y que, antes de pisar área ya había recibido el balón como una perita en dulce. Esta vez, a diferencia del minuto 94 del pasado encuentro, el bosnio no perdonó con su tiro raso y cruzado. El Madrid no acertó con la puntilla en los minutos locos de Anelka que, en un alarde de altruismo y tras llegar a la línea de fondo, cedió otro magnífico balón atrás a Balic, forzó una tarjeta para Nando cuando se escapaba sin remedio de nuevo por la izquierda y obligó a trabajar a Mora con un remate. Todo en siete minutos. Y todo después de que se hubiera pasado 45 minutos en los que no desmintió ese aire que transmite, como el de alguien con quien no va la cosa, en los que no fue ni capaz de hacer su jugadita ni de conchabarse con sus compañeros. No se gana la complicidad de casi nadie, eso está claro.

El Espanyol, que perdió su primer partido en Montjuïc desde que es dirigido por Flores, no tuvo capacidad de respuesta al gol madridista a pesar de un tiro de Toni Velamazán. Las paradas de mérito de Casillas se dan ya por supuesto. Y esa es una constante inherente al equipo madridista.

Del Bosque le dio una trascendencia supina al partido, o al menos eso es lo que deja traslucir el hecho de que mantuviera todo el tiempo en la cancha a Raúl, que anda con la gasolina justa. El delantero madridista, además, tuvo ayer que auxiliar de lo lindo a la línea de recuperación madridistaporque de lo contrario no le salían las cuentas de los tres centrales a su técnico. Entre una cosa y otra, era de todo punto imposible que Raúl amedrentase a la defensa del Espanyol. Pero lo hizo. Porque, además de transformar el más que discutible penalti de Arteaga a McManaman, estuvo en la génesis de la acción. Fue una penetración suya hasta la línea de fondo, por la izquierda, con un centro que sutilmente, y ante la imposibilidad de llegar al balón de pleno, rozó Anelka para la entrada de McManaman. Del Bosque no le dio descanso siquiera entonces a Raúl con el partido ya decidido a falta de un cuarto de hora. El Espanyol acabó empujando pero casi por inercia, sin acierto, sin excesivo convencimiento y sin excesivos recursos para cambiar el ritmo de juego que, durante toda la segunda parte, fue dominado sin estridencias por un Madrid que saldó con bien su doble visita a Montjuïc .

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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