Educación para todos
El Foro Mundial de la Educación, que ayer se clausuró en Dakar (Senegal) con la participación de representantes de 183 gobiernos, ha aprobado un plan tendente a garantizar la financiación de la educación básica en los países pobres. Los Estados afectados deberán presentar planes estratégicos consensuados entre el Gobierno y los agentes sociales antes de 2002, de forma que pueda llegarse a la plena escolarización mundial en 2015. El Foro declara como zonas prioritarias África y el sur de Asia.En las conclusiones se considera a la educación no sólo como instrucción, sino como llave del desarrollo y palanca fundamental para quebrar el círculo vicioso entre pobreza e ignorancia que perpetúa el atraso. Se partía de la constatación de que, pese a los avances en escolarización -sobre todo en Latinoamérica y en Asia occidental- producidos desde la anterior cumbre, hace diez años, aún hay en el mundo 880 millones de analfabetos, y 125 millones de niños que no saben qué es una escuela, además de otros 150 millones de menores -en sus dos terceras partes, niñas- que tienen que dejar prematuramente de estudiar por presiones económicas, familiares o culturales. La preocupación por la especial discriminación de las niñas ha sido uno de los ejes de las jornadas.
Las ONG representadas no han conseguido que se aprobase su propuesta de que todos los países asuman el compromiso de destinar a la educación básica el 6% del PIB. Las ONG consideran "incomprensible que apenas unos pocos presidentes de Gobierno y ministros de Desarrollo hayan acudido a Dakar a defender los intereses de niños y niñas de todo el mundo". España envió una delegación de rango secundario, pero pidió organizar el próximo Foro en 2015.
La ausencia o debilidad de políticas educativas en los países más empobrecidos desemboca hoy en un laberinto infernal, donde se dan cita el sida, el desastre de la salud materno-infantil, el trabajo de los menores, la imposibilidad para muchas familias de pagar los gastos escolares, el desistimiento y el fracaso de los alumnos y el lamentable nivel de muchos enseñantes, entre otros problemas. Si a ello se añade el lastre de la deuda externa, es razonable pensar que no basta con sentir compasión: hay que poner manos a la obra.
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