Mones de les Pasqües

Se volvían a amasar mones para la octava de Pascua, dos días más de merienda campestre y fiesta: Pasqüetes. Un trabajo laborioso y delicado hinchar la masa, pujar la pasta y, así, obtener una torta esponjosa; el gibrell se vestía con estovalles blancas de hilo y se abrigaba con el manil listado de lana; si no bastaba, se añadía una flassada y, si tampoco, el lebrillo se metía en la cama matrimonial entre mantas. Y, ya a cocer, dispuestos los panous, pans socarrats o coques d'aire y mones con huevo en el taulell, portado sobre la cabeza, coronado con la capçana. Invadía el pueblo el dulce aire del sabor de la fiesta grande, que escampaban los hornos.En el Filador de Les Useres una ola humana impaciente esperará esta tarde al vesprejar el regreso de los Pelegrins y arrebatará de los clavarios un pedazo del sagrado pan sobrante, que aleja los espíritus del mal. Panes y monas, redondas como soles, son recuerdos del culto a Ceres, divinidad del trigo, a quien se ofrecían, a finales de abril, unas cestas con frutas y tortas circulares, llamadas munda, de este rito y palabra deriva nuestra mona, y no del árabe mûna, provisiones.

Al mismo culto pertenecen los rotllos benditos, que se obsequiarán hoy en la romería de sant Pere mártir de l'Alcúdia de Veo; Alcalà de Xivert -con toros de fuego-, Aras y Alpuente también festejan al dominico de Verona, inquisidor, que alimentaba las hogueras occitanas con pacíficos cátaros, culpados de su asesinato en 1252. Nuestro pueblo lo invoca para mantener la integridad, no de la fe, sino de las cosechas abundantes -el que libra de la impotencia protege los melones: Per san Vidal es sembren els melons-, incluyendo los partos: Si de les dones prenyades, amb fervor sou invocat, en tan gran perill posades, els sou pare i advocat i les deslliureu de dolor.