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El fiscal pide 16 años de cárcel para el mendigo que ahogó a otro en un río por una vieja bicicleta

El fiscal solicita 16 años de cárcel para Santiago L. R., un indigente de 33 años que vivía bajo un puente sobre el río Manzanares y poseía una destartalada bicicleta que usaba para acarrear y vender chatarra que recogía en la calle. Pese al escaso valor de sus posesiones, mató por ellas a otro mendigo que intentó arrebatárselas. En un descuido, el acusado le propinó varios golpes en la espalda a su víctima, le dejó inconsciente y luego le arrojó al río Manzanares, donde murió ahogado. Ahora se halla en la cárcel a la espera de su juicio en la Audiencia de Madrid.

Todo ocurrió a las doce de la mañana del 27 de julio del año pasado. Santiago, al ver que su compañetro de fatigas Cristóbal G. M., de 55 años, se llevaba su bicicleta y, además, le disputaba su sitio bajo el puente, le golpeó por la espalda y arrojó su cuerpo a un río. La víctima cayó boca abajo y se ahogó. El fiscal considera a Santiago autor de un asesinato y le pide 16 años de cárcel. Los dos mendigos vivían juntos bajo el puente del río Manzanares situado en en el nudo sur de la M-30. Santiago buscó allí refugio tras perder parte de su visión y, como consecuencia de ello, su trabajo de albañil. Su vida no fue fácil, según destaca su abogado en el escrito de defensa preparado para el juicio. Natural de Villamayor de Calatrava (Ciudad Real), Santiago se quedó huérfano de madre a los pocos días de venir al mundo. Su niñez la pasó con sus abuelos, ya que el padre emigró a Suiza y desde entonces apenas supo de él. Tras cursar los estudios primarios, viajó a Madrid y se puso a trabajar en la construcción. Su vida laboral fue corta. Comenzó a perder visión y fue despedido.

A partir de entonces, buscó consuelo en el alcohol y las drogas, y se refugio en el albergue para indigentes de la Fundación San Martín de Porres. Allí estuvo entre 1991 y 1992. A finales de 1992, se fue a vivir bajo el puente, donde con cartones y maderas se construyó un habitáculo. Un día se lo encontró todo quemado. Volvió a levantar su casa y entonces, no se sabe cómo, se hizo con una vieja bicicleta como ayuda para transportar la chatarra que recogía por las calles y que luego vendía. Cristóbal G., la víctima, también sumido en la indigencia, se fue a vivir con él debajo del puente.

La convivencia resultó tensa y difícil. La bicicleta precipitó el final. El 27 de julio de 1999, la víctima cogió la vieja bicicleta y comentó a Santiago que debía marcharse del puente, según la versión de la defensa, cuyo escrito pone énfasis en "el alcoholismo y en la personalidad agresiva" de la víctima. El abogado de Santiago explica que su defendido "se defendió con un palo, lo primero que encontró, golpeándolo con él y dado que Cristóbal estaba bebido y se encontraba al lado de la orilla del Manzanares, cayó por la escollera al lecho del río, golpeándose con las piedras de granito y quedando con la cara dentro del agua, lo que le produjo la muerte por ahogamiento", relata, y apostilla: " En ningún momento la intención de Santiago fue causarle la muerte". Según esta versión, Santiago se fue en busca de ayuda al creer que Cristóbal estaba malherido. De hecho, avisó a una ambulancia y la condujo hasta el lugar de los hechos. Cuando los médicos llegaron allí, había fallecido. Luego, añade la defensa, confesó a la policía lo ocurrido. Los hechos, entiende esta parte, son una imprudencia temeraria con resultado de muerte y, como mucho, sólo cabe imponerle una pena de tres años de cárcel.

El escrito del fiscal contiene menos detalles que el de la defensa, pero es contudente. Se trata de un asesinato, ya que Santiago "asestó con un palo y por la espalda dos fuertes golpes" a Cristobal y, "con ánimo de quitarle vida", lo arrojó al río, donde cayó boca abajo, marchándose de allí y dejando que Cristóbal muriese ahogado. Santiago está en prisión desde aquel día. Su juicio se celebrará en la Audiencia de Madrid bajo la modalidad del jurado popular.

Indemnización incierta

El fiscal pide en su escrito provisional de acusación que Santiago L. R. indemnice con 15 millones de pesetas a los herederos del hombre al que, supuestamente, arrojó al río tras golpearle a traición y le dejó ahogarse con la cabeza boca abajo. La ley establece que todo reo de un delito también es responsable civil del daño moral causado a terceros. Todos los indicios apuntan a que Santiago, en caso de que el jurado le declare culpable, no pagará ni un duro a los herederos de la víctima. Ha sido declarado insolvente. Sólo tenía la bicicleta y la destartalada chabola bajo el puente que originaron la mortal agresión. El impago de la deuda no agrava una eventual pena de cárcel, aunque esa deuda gravitará sobre el reo de por vida. La juez instructora del caso, María Frieda San José Arango, del Juzgado número 43 de Madrid, le instó al acusado a pagar, en 24 horas, cinco millones de pesetas para garantizar "las eventuales responsabilidades pecuniarias derivadas de la causa". Lógicamente, no disponía de esa cantidad y no las pagó. En estos casos, resulta un formalismo jurídico.

La juez, en el auto en el que ordena que sea juzgado por este crimen, no tiene duda del ánimo homicida de Santiago: "Le golpeó, le arrojó al río y, pese a verle boca abajo, se marchó sin prestarle auxilio".

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