Teatro y fútbol
La incomparecencia del Barcelona en el partido de vuelta de la semifinal de la Copa del Rey supone un grave ataque contra el buen juicio, la salud del fútbol español, contra un torneo que cumplirá su centenario dentro de dos años, pero sobre todo contra sí mismo. Argumentó la imposibilidad de formar un equipo con 11 futbolistas para negarse a jugar con el Atlético de Madrid, vencedor en el encuentro de ida por tres goles a cero. El reglamento permite la disputa de un encuentro siempre y cuando los equipos estén integrados por siete o más jugadores. Parece insensato, sin embargo, que un equipo salga a jugar en condiciones de inferioridad. Pero todo el argumento del Barcelona se viene abajo ante la posibilidad que tenía de alinear a sus internacionales holandeses y hacerles llegar a Amsterdam antes de la medianoche, como hicieron ayer algunos clubes ingleses. Pero se impuso el desatino y el oportunismo, después de haber sufrido una contundente derrota en la ida. Por lo demás, es contradictorio vaciar el equipo de jugadores españoles, configurar media plantilla con internacionales holandeses y no esperar conflictos con el calendario.El Barça no es el único perjudicado por la convocatoria de jugadores extranjeros por sus selecciones. Los otros semifinalistas también han sufrido una merma considerable sin levantar la voz. Simplemente han actuado de acuerdo con los compromisos que aceptaron con mucha antelación. El Barcelona aprobó el calendario de Copa en julio del pasado año y no dijo nada cuando se sortearon las semifinales. Tampoco quiso hacer uso del derecho que ampara a los clubes de completar las plantillas con 25 fichas profesionales más tres jugadores del filial. Por razones que sólo el entrenador Van Gaal y los dirigentes del club pueden explicar, el Barcelona sólo ha cubierto un cupo de 20 fichas, autolimitación que se agrava por la masiva presencia de extranjeros habitualmente convocados por sus seleccionadores.
El Barcelona sabía muy bien el riesgo que corría. No tiene derecho a la queja. Y menos aún al obstruccionismo que ha practicado. La federación, principal culpable en la degradación de la Copa, no es responsable de no ofrecer al Barcelona una salida. Se adelantó el partido y se dieron garantías de que varios internacionales extranjeros podrían jugar contra el Atlético, pero el Barcelona se mantuvo terco en una decisión que daña el sentido de la responsabilidad de un club centenario.
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