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Tribuna:LA HORMA DE MI SOMBRERO
Tribuna
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Otra Semana Santa JOAN DE SAGARRA

"¿Cómo van, Pascual?" "Cuatro a uno". Hace un cuarto de hora que hemos llegado a Alicante y lo primero que hemos hecho ha sido acercarnos a la barra del Nou Manolín. "¿Hay sepionets, Pascual?" "Hay sepionets". "Pues, ponme un par de raciones". Al poco, regresa Pascual con los sepionets, descorcha una botella de vino blanco, nos llena las copas y con una sonrisa que le ilumina el rostro, nos suelta: "¡Cinco a uno!". La Semana Santa no podía comenzar mejor: había sepionets en la barra del Nou Manolín y el Barça acababa de clasificarse para las semifinales de la Liga de campeones goleando al Chelsea por cinco a uno.Dormimos en Alicante y a la mañana siguiente cogimos la autovía camino de Murcia, Granada y nuestro destino final, Sevilla. En los alrededores de Granada almorzamos gazpacho y huevos con chorizo y a media tarde llegamos a Sevilla. Todavía tuvimos tiempo de ver salir a la Virgen del Baratillo, nuestro barrio, y al atardecer, nos dirigimos hacia la catedral, no sin antes hacer una obligada parada en la barra de Casa Inchausti para degustar la tortillita de camarón y las ortiguillas de Chipiona. Qué delicia.

Jueves Santo. Visita turística: la Maestranza, el Alcázar, y un garbeo por el parque de María Luisa (viajamos con dos amigos franceses que no conocen Sevilla). El tiempo es espléndido y las calles están abarrotadas de gente. María Jesús, mi mujer, suelta la consabida frase: "Me parece que este año hay más gente que el anterior", frase que viene repitiendo desde hace un montón de años. Almorzamos en Triana, en Casa Cuesta: pescadito frito y cola de toro. Mis amigos franceses quieren ver una procesión y yo les propongo El Silencio, de la primitiva Hermandad de los Nazarenos de Sevilla, archicofradía Pontificia y Real de Nuestro Padre Jesús Nazareno, Santa Cruz de Jerusalén y María Santísima de la Concepción, la más antigua cofradía sevillana, fundada alrededor de 1340.

El Silencio sale de San Antonio Abad a la una de la madrugada, de la madrugá del Viernes Santo. La última vez que la vi pasar, hace seis años, fue en el bar que tenía el Loco de la Colina en la calle de Placentines, a eso de las tres de la madrugada. El Loco se vendió su bar a Robles, el de Casa Robles, donde sirven un excelente jamón, así que iremos a ver pasar El Silencio en el nuevo local de Robles. Llegamos a eso de la una, no hay mesas. Nos instalamos en la barra hasta que quede una libre y empezamos a atacar el jamón y las cañitas de lomo, con una botella de manzanilla. Nos dan la mesa, seguimos con más jamón, más cañitas y más manzanilla y, puntualmente, a las tres, aparece la cruz de guía de El Silencio. La procesión es famosa por su rigor penitenciario y su compostura. Los nazaremos, unos 800, miran siempre al frente y no hablan en todo el recorrido. Los penitentes portan sus cruces como el Nazareno, en sentido inverso al habitual. La capilla musical -dos oboes y un fagot- interpreta unas saetas preciosas y antiquísimas. Yo creía que al pasar Nuestro Padre Jesús de Nazareno llevando a hombros su cruz de carey y plata y la Virgen de la Concepción, los de Casa Robles apagarían las luces o bien cerrarían las puertas, por respeto, pero no. Cuando pasaron el Cristo y su Señora Madre, los de Casa Robles no apagaron las luces ni cerraron las puertas, y siguieron con el ruido de los platos y las copas, y las conversaciones de la parroquia, sin bajar la voz. En la puerta, un par de putones borrachas hacían comentarios de mal gusto mientras un tipejo, borracho como ellas, les pellizcaba el culo. Al salir del local, pude ver la calle de Placentines cubierta de latas vacías de cerveza y de coca-cola. Qué asco. Al día siguiente, la radio dijo que se habían producido algunos enfrentamientos en determinados puntos del recorrido procesional; que los nazarenos habían echado a correr, que los costaleros habían detenido sus respectivos pasos y que había algunos heridos (hoy, Sábado Santo, no hay periódicos en Sevilla, pero me dicen que todo fue una "gamberrada" y que no hay que darle mayor importancia).

Viernes Santo. Ese es el día que solemos cenar con Salvador Távora y con su mujer, María, en el Porta Rossa, el dignísimo restaurante toscano de Pastor y Landero (bacalao a la fiorentina, con tomate, ajo y romero), para luego reunirnos con sus hijas, Pili y María, y darle el bocadillo al "niño", al hijo de Pili, el nieto de Salvador, que va de penitente en la procesión de El Cachorro (hoy, el "niño", tiene 23 años y ya es padre de familia).

La noche del Viernes Santo, desde un balconcillo de Pastor y Landero, a unos metros del Porta Rossa, El Perejil, un cantaor con más devoción que otra cosa, le cantó una saeta al Cachorro -y otra a la Señora del Patrocinio-, mientras, a unos pocos pasos, una camioneta aparcada en la acera vendía hamburguesas congeladas. Un caballero, con gesto enérgico, obligó al de la camioneta a que apagara las luces poco antes de que pasase ante ella el Cristo de la Expiración, porque el tipo de las hamburguesas no parecía dispuesto a apagarlas. Salvador me comenta que eso de la Semana Santa sevillana va de mal en peor, que falta orden, que el Ayuntamiento se hace el sueco, que se pierde el respeto. Pero qué bien sonaron las cornetas de la banda de Dos Hermanas tras el Cristo, y qué bonito hacía al verle, ya desde la terraza de casa, a lo lejos, pasando por el puente de Triana.

Mañana -hoy para el lector- es Domingo de Resurrección. Mario Vargas Llosa, en el Lope de Vega, leerá el pregón de la fiesta taurina, que todos los años organizan el Ayuntamiento y la Real Maestranza de Caballería. Y, por la tarde, a los toros, que mañana torea mi Curro (Romero), con Enrique Ponce y Morante de la Puebla. Que Dios reparta suerte.

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P. S. Leído en la sección 'Cartas al director' en el ABC sevillano del viernes: "Los espeluznantes delitos de sangre contra personas alcanzan un elevadísimo porcentaje en España, y ello se debe, sin duda, a la crueldad institucionalizada de las corridas, fomentadas por el propio Gobierno y con el silencio cómplice de la Iglesia católica". Anda jaleo, jaleo.

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