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LA SITUACIÓN POLÍTICA VASCA

En el zulo

Probablemente tenga razón Iñaki Anasagasti cuando afirma que con Aznar hubiera sido imposible la transición. Pero lo que inmediatamente dejaba emplazado con tal declaración es que alguien le añadiera que con el PNV de ahora tampoco hubiera sido posible hacerla.El PNV de entonces, que estuvo en plataformas democráticas con partidos no nacionalistas, con el PSOE en una candidatura conjunta para el Senado, en el Consejo General Vasco aunque llegara a dirigirlo un socialista, no tiene demasiado que ver con el de ahora, que hubiera preferido estar en la Marcha de la Libertad junto a Monzón. Lo grave del asunto es que ahora se va de excursión al monte, cuando la democracia está acreditada en España, y no lo hizo cuando había serias dudas sobre ella. Pero aquel PNV apostó y acertó, y se llevó la gloria y los votos con sus aciertos. Recompensa que otros no disfrutaron.

El PNV actual es una revisión radical del PNV de la transición, porque a pesar de que las justificaciones que ofreciera para estar en Lizarra con los rupturistas hayan desaparecido -la tregua de ETA, el proceso de paz, el ingreso de HB en las instituciones- Lizarra pervive gracias a su presencia. Lo que permite afirmar que está ahí porque él mismo ha asumido una estrategia nacionalista rupturista, asunción adoptada con un empecinamiento que le complica muchísimo la relación con cualquier partido constitucionalista.

Es evidente que la supervivencia del Pacto de Lizarra incardina en esa dirección todos los esfuerzos de los partidos que forman el Gobierno vasco. Soportan que no haya una declaración reclamando a ETA otra tregua y minimizan la crisis política que atraviesa el Parlamento vasco. Ibarretxe, fiel al guión de su partido, aguanta en minoría con la esperanza de que el mantenimiento de Lizarra le dé los votos suficientes para sacar los siguientes presupuestos. Aunque formalmente haya roto con EH, la única garantía de supervivencia del Gobierno está en el apoyo de esa formación, lo que supone estar prisionero de la marca electoral de Herri Batasuna.

Todo esto significa una cesión de la iniciativa a EH, incluso a ETA, por parte de los partidos que apoyan al Gobierno. En la decisión de los radicales está el sacar al Gobierno del atolladero o no sacarlo, o incluso, hundirlo cuando quieran. Los auténticos garantes del Gobierno Ibarretxe son ellos porque, a pesar de todas las atrocidades cometidas, cualitativamente difíciles de superar, donde siguen estando el PNV y EA es en Lizarra, y mientras sea así la posibilidad de supervivencia en el Gobierno sólo podrá venir de allí.

Probablemente, ni el PNV ni EA sean conscientes de algunos aspectos nuevos que se descubren tras la última reunión de Lizarra. Ambos han supeditado la unidad nacionalista, y el Gobierno nacionalista, a la inexistencia de un llamamiento por parte del foro a ETA para que declare una tregua. Para muchos es una petición muy limitada, porque debieran exigir su desaparición, pero más grave es la humillación que se vislumbra, la humillación de una democracia vasca vigilada, con la presencia de los partidos del Gobierno, que además no consiguen nada. Hay más, parece la supeditación del Gobierno a ETA, porque, alineadas las fuerzas políticas tal como están por el volantazo que dio el PNV, el que tiene capacidad para disolver el Gobierno es ETA. Y no sólo con un atentado, sino simplemente con mandar que EH no apruebe los presupuestos en otoño.

Después de los atentados mortales, después de que se anunciara una petición de cese de la violencia a ETA y no se llevara a cabo, y el PNV siguiera en Lizarra, no hay héroe dispuesto a la inmolación, fuerza política alguna dispuesta gratuitamente a ofertar una salida al PNV del zulo donde se ha metido. Por mucho que considere que el PNV es necesario para este país, por ganas que haya de arrancarlo del apoyo envenenado de EH, por mucho que piense que esta situación sólo beneficia a los radicales y al PP, no hay seráfico partido dispuesto a hacerlo.

Es posible que Anasagasti tenga razón, que con el PP o con Aznar no hubiera sido posible la transición, pero no quiere recordar que ésta se pudo articular en gran medida en Euskadi gracias a un PNV que hoy renuncia a lo que fue. Y esa renuncia es mucho más transcendente que lo que parece.

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