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BALONCESTO Final a cuatro en Salónica

El Barça se 'funde' ante el Maccabi

El equipo israelí jugará la final con el Panathinaikos, que eliminó al Efes Pilsen

Robert Álvarez

El Barça escribió el séptimo capítulo de la historia de su desamor con la Euroliga. La competición por la que más suspira le transforma en el peor de los sentidos, un año sí y otro también. Resulta difícil ser tan negativamente original pero el Barça añade cada vez un nuevo cromo a su colección de los horrores. La derrota de ayer le sobrevino por la parálisis que le llevó a convertirse poco menos que en un muñeco de feria en manos de un Maccabi que se lo pasó en grande dándole por todos lados.No hubo apenas matices. La hemorragia que sufrió el Barça fue tal que no averiguó dónde se localizaban sus heridas hasta que se encontró despanzurrado y con la ingrata tarea de salvaguardar su honor. Apenas cinco minutos y empezó a doblar la rodilla en todas las facetas: se declaró impotente para hacer mella con la presión defensiva a la que suele remitirse, primero por todo el campo y luego ni tan siquiera en su propia zona, perdió por completo la perspectiva en ataque, primero porque el Maccabi le impidió correr y después porque no dio pie con bola con el juego en estático. Se lió una y otra vez y la desesperación e incomodidad en la que engatilló se vio perfectamente reflejada en la estadística: 6 canastas en sus 25 lanzamientos. Una miseria que reflejó el desenfoque con el que miró el partido.

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Su quinteto inicial naufragó porque ni acertó a sujetar a Huffman, el jugador que por otra parte ya se sabía de antemano iba a ser el mejor salvoconducto ofensivo del Maccabi, ni a manejar el ritmo de partido atascado ya de inicio por la estrategia de desgaste sobre Goldwire que aplicaron los israelíes, que dedicaron a esa labor a Sharp, un jugador que suele entrar poco en su quinteto inicial pero que es su mejor arma defensiva. Y a partir de ese par de detalles el Barça se desvaneció como un castillo de naipes. McDonald, el base americano del Maccabi, llevó las riendas con maestría y a base de darle velocidad al juego consiguió que Dueñas se las viera y se las deseara para perseguir el trajinar de Huffman por toda la pista. El ex pívot del Fuenlabrada, casi tan alto pero mucho más rápido que Dueñas, abusó bajo el aro azulgrana. Y el Maccabi acabó de coger la directa gracias a sus buenas circulaciones de balón y a que Brisker las aprovechó para endosar dos triples que abrieron una brecha tremenda en el marcador que reflejó 21 puntos de diferencia (17-38) cerca del descanso. Habían bastado 15 minutos para alejar, una vez más, al Barça de la carrera por el título.

Los cambios que efectuó Aíto no lograron resituar a su equipo en el campo. La situación se hizo insostenible. Nacho Rodríguez no logró frenar a McDonald, ni De la Fuente ni Navarro ni Gurovic lograron apenas anotar -seis puntos entre los tres en el primer tiempo- ni Elson ni Rentzias llevaron mejores noticias a sus compañeros bajo los aros, donde Alston había naufragado por completo con seis lanzamientos errados y un solo rebote en 16 minutos de juego. El técnico del Barça no encontró forma de remediar ni sus propios errores a la hora de trazar el partido en la pizarra, ni tal cúmulo de despropósitos encadenados.

Cierto es que por dos veces en la segunda parte se situó el Barça a ocho puntos (33-41 y 47-55) pero en estos casos es sabido que el hercúleo esfuerzo defensivo y el derroche físico que acarrea el remonte suele pagarse. El equipo que domina lo tiene relativamente fácil. Con muy poca cosa le basta, apenas administrando mínimamente, estudiando con la comodidad del botín obtenido por dónde deja huecos su rival, algo inevitable si quiere acometer tan descomunal propósito. Y el Maccabi no se dejó sorprender, entre otras cosas porque el Barça tuvo que relevar a causa de sus dolores de lumbago a Alston, justamente después de que hubiera logrado sus primeras canastas y de que hubiera dejado a cero a Huffman, con el que se emparejó durante los cinco primeros minutos de la segunda parte. El Barça estuvo dos veces a punto de resituarse en el partido pero no resistió el tremendo desgaste físico que tuvo que desplegar para ello y acabó saliendo de la Final a Cuatro, una vez más, y van siete, por la puerta falsa.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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