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El PSOE descentrado

Ha transcurrido un mes desde que se celebraron las últimas elecciones generales en nuestro país y, a lo largo de este tiempo, se han publicado numerosos análisis acerca del resultado obtenido por el PSOE, firmados por diversidad de analistas políticos y, sobre todo, por militantes socialistas. En estos artículos se han vertido infinidad de opiniones sobre los motivos que han causado la derrota electoral del PSOE, siendo los propios militantes socialistas quienes más hincapié han hecho en las causas internas: resultado final negativo de unas primarias que habían levantado ilusión entre los afiliados y expectación entre los electores, pero que se volvió en contra del propio partido por culpa del nulo entendimiento entre candidato (Borrell) y aparato de la organización (Almunia); así como división interna con permanentes luchas cainitas que debilitaron al partido y dieron una imagen nefasta ante la opinión pública, especialmente aquí, en la Comunidad Valenciana. También se han apuntado otras razones más políticas y que han tenido una mayor proyección externa: confusión y escasa eficacia en el ejercicio de la oposición (de nuevo muy especialmente en la Comunidad Valenciana), y fracaso del pacto preelectoral firmado con Izquierda Unida a nivel estatal.Pero, pese a todos estos análisis certeros, se echa de menos una reflexión más profunda y seria del propio PSOE acerca de los motivos políticos que, más allá de las razones antes señaladas, han propiciado con mayor incidencia la pérdida de confianza de una buena parte del electorado. Razones que parecen insinuarse muy tímidamente con algunas declaraciones realizadas últimamente por parte de Chaves, presidente de la Comisión Gestora, pero que no han servido todavía para abrir un debate riguroso sobre la frustrada estrategia empleada durante los últimos tiempos por el PSOE y, lo que es aún más importante, sobre la nueva estrategia que debe de ponerse en práctica de inmediato. Una estrategia de futuro, realista y pragmática, que debe de partir de un hecho incuestionable desde hace años, un axioma que dice que las elecciones se ganan o se pierden en el centro político.

Al margen de las opiniones de ciertos intelectuales progresistas "de toda la vida», que durante los últimos tiempos han despreciado al electorado centrista, con argumentos tan "sólidos" como el de que el centro político carece de ideología; y más allá de una deseable aproximación a los votantes y partidos de izquierda más radicales; lo cierto es que la estrategia de confrontación con el PP utilizada en las últimas elecciones por el PSOE, reducida a una reedición de la antigua rivalidad entre derecha e izquierda, ha cosechado un rotundo fracaso. Intentando rentabilizar un pacto inconsistente e improvisado con IU, todo el esfuerzo socialista se volcó en dicha estrategia, desentendiéndose así de un centro político que, en gran medida, se vio entregado a la abstención o a los brazos de Aznar. Un sector electoral este del centro político no tan desideologizado como se quiere hacer creer, pues sabe diferenciar muy bien entre los valores tradicionales de la izquierda y la tradición insolidaria de la derecha; un sector electoral que ronda entre los 2,5 y los 3 millones de votantes y en el que se encuentran buena parte de los agentes de opinión de la clase media; un sector electoral que, como muy acertadamente decía José Ignacio Wert en un artículo publicado recientemente en una de estas páginas: "Se está haciendo más volátil y menos viscoso, más instrumental y menos identitario, más racional y menos emocional"; y que seguro habrá de crecer rápidamente en el conjunto del censo electoral.

Así pues, además de reorganizar y renovar el partido, a partir del próximo proceso congresual interno, en el seno del PSOE se debería de empezar ya a reflexionar sobre una nueva estrategia política que combine el respeto que se merecen los ocho millones de españoles que le votaron en las últimas elecciones, con la necesidad de recuperar la confianza de ese sector electoral de centro tan crítico y volátil, pero que es el que, a fin de cuentas, desnivela la balanza hacia uno u otro partido político; un sector electoral al que se convence con propuestas atractivas e interesantes (y no sólo con la crítica acerba y la vieja dialéctica de izquierda-derecha) y que, en buena medida y en su momento, apoyó con sus votos a los gobiernos de Felipe González.

Gerardo Muñoz Lorente fue presidente del CDS-CV y en la actualidad es militante de base del PSPV-PSOE.

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