_
_
_
_
_

Un americano afortunado

Jake Norton, de camino al Cho Oyu, relata el descubrimiento del cadáver de Mallory

ENVIADO ESPECIALHace escasamente un año, la imagen de un cuerpo semienterrado entre rocas, boca abajo, recorrió el mundo tras su difusión a través de Internet. El cadáver llevaba 75 años de esa guisa y conservaba aparentemente intacta la piel.

Se trataba del cuerpo de George Leigh Mallory, desaparecido en 1924 en algún lugar entre los 8.500 y los 8.850 metros del Everest. Su hallazgo resucitó el enigma más morboso del himalayismo: ¿Murieron el propio Mallory y su acompañante Irvine antes o después de pisar la cima? ¿Fueron ambos los auténticos conquistadores del Everest, 29 años antes que Edmund Hillary?

Nadie ha podido resolver la incógnita. Nadie ha podido encontrar la cámara Kodak que portaba Mallory el día de su desaparición, la que podría desentrañar el misterio. No parece muy posible. A medida que trascurre el tiempo, la posibilidad de hallar ese preciado objeto y, en su caso, que pueda desvelar el misterio, se reduce considerablemente.

"Puede que hubieran subido, pero no veo como pudieron destrepar el segundo escalón, [una pared de 8 metros a 8.700 metros que hoy se supera con ayuda de una escalera metálica allí fijada] con los medios de la época", razona el norteamericano de Washington Jake Norton, uno de los componentes de la expedición quer halló los restos de Mallory.

Norton, guía de alta montaña, se encuentra atrapado en la ciudad china de Zhengdu, en el mismo hotel que la compañía aérea china ha dispuesto para los ocupantes del vuelo Katmandú-Lhasa, desviado por una borrasca. Junto a Norton, en un garito destartalado, los componentes de la expedición Retena Odisea escuchaban hace unos días atentos el relato de un tipo afortunado.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

"No sé por qué Mountain Zone (una revista de montaña que publica en Internet) decidió lanzar a la red sólo esa foto, porque la realidad es que disponíamos de perspectivas del cadáver mucho mejores. Probablemente sería para publicarlas poco a poco en los múltiples libros que en los últimos meses han visto la luz", agrega Norton, que en breve conducirá a un grupo de norteamericanos al Cho Oyu.

Rastrear el cádaver resultó una tarea ardua mitigada por uno de los inviernos más suaves de la década: el viento había barrido casi toda la nieve a 8.500 metros, dejando al descubierto un caos de rocas.

El equipo donde trabajaba Norton poseía detectores de metal que no sirvieron para gran cosa: fue la fortuna la que puso el cuerpo de George Leigh Mallory a sus pies. Conrad, miembro de la expedición de búsqueda, se agachó a ajustarse un crampón, se sentó, y al mirar a su alrededor advirtió que se encontraba junto a un cuerpo humano. Vio la ropa deshecha, un brazo, algún objeto... Era Mallory.

Una foto, una oración

"En sus brazos todavía conservaba el vello y uno de nosotros le miró la cara y vio algún rastro de congelación, pelos... Miramos en sus bolsillos y encontramos varios objetos personales pero no su cámara", describe Norton. La familia de Mallory había solicitado a los expedicionarios que, ante la imposibilidad de recuperar el cadáver, leyeran una oración a modo de oficio funerario. Después de leerla, cubrieron el cuerpo con piedras y contribuyeron a alimentar la leyenda del Everest.

Jake Norton pregunta por "esa expedición española que quiere recrear la gesta de Mallory". Se trata del grupo de Juanito Oiarzabal y del proyecto de Al filo de lo imposible, que en este caso no parece demasiado interesado en buscar la controvertida aguja en el pajar del Everest.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_