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Entrevista:

"Trato de buscar la verdad, de ir al corazón de las cosas"

José Luis Merino nació en Bilbao en enero de 1931, tres meses antes de que la República estallara en España. Después de tantos caminos recorridos, ríe tímidamente cuando reconoce que hubiera sido un gamberro si "algo", que evita rememorar, no se avalanza sobre su vida. Amante de la literatura, la música, la pintura y los toros es, sobre todas las cosas, un entusiasta de la vida que trata de "ir al corazón de las cosas". El alcalde de Bilbao, Iñaki Azkuna, presenta hoy en la Feria del Libro de Bilbao la última obra de Merino: ¡Estos diez! (Editorial Hiperión).Pregunta. Con tantas entrevistas que ha hecho en su vida, le habrá sido difícil elegir sólo diez escritores.

Respuesta. Un libro anterior lo dediqué a escritores como José Saramago, Ernesto Sábato, Camilo José Cela y Guillermo Cabrera Infante, entre otros. En esa obra, yo preguntaba y pedía respuesta. Ahora, en ¡Esos diez!, las preguntas están más sujetas al personaje.

P. Si tuviera que destacar a uno, ¿a quién señalaría?

R. A todos. Pero comprendo que Juan Benet es de una lucidez asombrosa; Jaime Gil de Biedma, de una gran precisión; Juan Rulfo, porque es tal mi fervor que el hecho de haber estado con él me colma de felicidad. A Jorge Oteiza le tengo un cariño tremendo y a Fernando Savater por la sintonía de pregunta y respuesta que siempre hemos tenido. Sin olvidar a Carlos Fuentes, que es muy brillante.

P. Durante 40 años, ha escrito siempre con entusiasmo y vehemencia. ¿Le pasa como a Gil de Biedma, de quien usted escribe que va directamente al corazón de las sensaciones?

R. Totalmente de acuerdo. En realidad, si yo se lo aplico a él es porque también me gustaría aplicármelo a mí mismo.

P. En la entrevista a Juan Benet, resalta que ambos compartían la creencia de que la vida no es más que una fúnebre función de vodevil. Usted parece pasarlo bien.

R. Eso fue después de tomarnos una botella de whisky en su casa. Pero, sí, yo siempre he mantenido la pedagogía del entusiasmo.

P. Y, ¿cómo se mantiene ese entusiasmo ante la adversidad y casi a los 70 años?

R. Se mantiene sorprendiéndote por todo, emocionándote. Voy por el campo y veo una flor, un pajarito, un árbol, y me crea una gran capacidad de entusiasmo. Eso, con lo mínimo, así que cuando estás con un gran creador, te colocas en volandas.

P. En la entrevista con Carlos Fuentes, se refiere a que el escritor encaja con la descripción de un hombre radiante y magnético. ¿A usted cómo habría que describirle?

R. No de ese modo. Más bien como un hombre alegre, entusiasta y con los ojos bien abiertos a todo.

P. ¿Qué pretende con sus peguntas, porque más bien parecen conversaciones que entrevistas?.

R. El poeta José Angel Valente respondería por mí. Cuando le envié las preguntas me respondió algo precioso: "Sus preguntas son como respuestas a preguntas que uno hubiera querido formular". Siempre que el entrevistador entre en ese juego es cuando funciona todo muy bien. Cuanto más creativo es uno, mejor sale todo.

P. Sin desear ser impertinente, ¿cómo evita el riesgo de caer en un protagonismo excesivo en esa charla entre el personaje y el entrevistador?

R. Se corre el riesgo si el entrevistado cree que te lanzas sobre él, pero si ve que le preguntas con creatividad no se ofende para nada.

P. ¿Qué ha aprendido sobre el ser humano en tantos años de contacto con artistas?

R. Yo diría que lo poco que sé lo he aprendido de todos aquellos que entrevisté. Yo sé que el que está ahí tiene un mundo, que me da cosas y yo las recibo; lo que hago es provocar un poco.

P. ¿Tras un hombre admirado por la sensibilidad de su obra puede haber un miserable?

R. ¡Por favor, claro! Te lo voy a decir con una frase de Elías Canetti, uno de mis ídolos. "Si conociéramos a muchos escritores, leeríamos menos". He tenido suerte, sólo ha habido un par de excepciones.

P. ¿Es la curiosidad lo que le da esa energía?

R. El mundo está ahí para conocerlo. Me he dedicado a preguntar tanto durante tantos años porque, como dice el poeta Yeats, "a cada cosa hay algo que yo preguntaría". Entonces, ¿cómo no hacer preguntas para poder entender la vida? Preguntamos y escribimos para averiguarnos, y para que nos quieran, claro. Trato de buscar la verdad, de ir al corazón de las cosas.

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