Zaplana busca sitio en el nuevo mapa político
El ascenso del PP en toda España debilita la posición relativa del único 'barón' autonómico
La mayoría absoluta del PP en el Congreso de los Diputados obliga a Eduardo Zaplana a buscar su sitio en el mapa del Estado. Hubo un tiempo en el que Juan José Lucas, presidente de la Comunidad de Castilla-León, ejercía como única voz autorizada del PP en materia autonómica. Un lugar que asumió de forma natural Eduardo Zaplana en mayo de 1995, cuando accedió a la presidencia de la Generalitat con el apoyo de Unión Valenciana. A diferencia de Castilla-León o Madrid, la Comunidad Valenciana ofrecía a José María Aznar la posibilidad de presentar un discurso reivindicativo frente al Estado a través de la persona de Eduardo Zaplana y dibujar así un nuevo modelo autonomista desde la derecha.Manuel Fraga gobernaba desde siempre una de las tres nacionalidades históricas reconocidas en el Estado de las Autonomías, pero además de fundador del PP era uno de los padres de la Constitución que consagró ese modelo. La llegada del joven Zaplana a la presidencia de la Generalitat supuso una ocasión de oro para ganar predicamento entre los votantes nacionalistas de otras comunidades.
Azuzado por Unión Valenciana, Zaplana asumió como propias reivindicaciones propias del discurso regionalista. El Estatuto de Autonomía debía ser reformado para reivindicar para la Comunidad Valenciana la consideración de nacionalidad histórica. La cuestión de la lengua, un fantasma creado durante la transición política por intereses de partido, debía resolverse para presentar ante la derecha catalana un discurso homologable con la España plural. Pero la máxima expresión del poder valenciano, una creación genial para dinamitar definitivamente a los regionalistas de UV, sólo adquirió contenido real cuando Alberto Ruiz Gallardón, presidente de la Comunidad de Madrid, sugirió a Zaplana la posibilidad de reivindicar un tren de alta velocidad que uniera Madrid con la Comunidad Valenciana. Zaplana se subió inmediatamente al carro del AVE.
El presidente de la Generalitat vivió su momento de gloria en el seno del PP cuando presentó la ponencia sobre La España de las oportunidades en el congreso nacional del partido celebrado en enero de 1999. Para cerrar el círculo, el día que Rodrigo Rato presentó a Aznar el techo de las cesiones que el Estado podía asimilar en materia de financiación autonómica, el presidente del Gobierno pidió al barón emergente que presentara en sociedad el que se denomina desde entonces plan Zaplana.
La proyección estatal del presidente de la Generalitat fue decisiva para garantizar su holgada mayoría absoluta en las Cortes Valencianas lograda en las elecciones autonómicas de junio de 1999. Y contribuyó, sin duda, al posterior éxito de José María Aznar el pasado 12 de marzo. Un triunfo que, paradójicamente, supone un punto de inflexión en la trayectoria de Zaplana y que ha generado cierto desconcierto entre sus más íntimos colaboradores, que ya han asumido que el salto a Madrid apenas es viable.
La historia sigue jugando a favor del presidente de la Generalitat. Manuel Fraga está a punto de jubilarse y Juan José Lucas sueña con instalarse en Madrid a toda costa. El presidente de Castilla-León no oculta que aspira a ocupar un ministerio, pero está dispuesto a contentarse con la presidencia de una gran empresa estatal. Pero si el nombre de Lucas no figurara en el cuaderno azul del presidente del Gobierno, ni siquiera en un puesto de segundo escalón, el propio interesado se ha apresurado a modificar la normativa autonómica para poder acceder a una plaza de senador autonómico. Alberto Ruiz Gallardón, el cuarto en discordia, está condenado por su ubicación geográfica. El centro difícilmente puede ejercer presión sobre el centro y resultar creíble desde la periferia del Estado.
Aparentemente, Zaplana será en breve el único barón regional del PP. El caudal de votos que aportan los populares valencianos, cifrado en 19 diputados en el Congreso, es clave para el presidente del Gobierno. Sin embargo, los nuevos tiempos exigen un discurso nuevo que Génova no ha dictado todavía. Los presupuestos del Estado se han convertido en el único espejo para reflejar la dimensión real del poder valenciano y, hasta la fecha, la evolución relativa de las inversiones del Estado en la Comunidad Valenciana ha seguido una trayectoria descendente.
A pesar de los sucesivos éxitos del presidente de la Generalitat, una cierta desazón ronda el Palau, y es que Zaplana todavía no ha encontrado su sitio en un nuevo esquema que parece condenado a invertir los términos territoriales y que promociona como barones emergentes a personalidades como Jaime Mayor Oreja o Josep Piqué, aspirantes a presidir los gobiernos vasco y catalán, y que ejercen en la actualidad como ministros en funciones.
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