La brigada del amanecer
El despliegue policial en las zonas de ocio hizo que "after-hours" de la Vila Olímpica permanecieran cerrados
Son las cinco de la madrugada del sábado. Un grupo de jóvenes sale de la sala Fuse, situada en la confluencia de la Gran Via con Roger de Llúria, y forma una cola dos portales más abajo. Una cafetería encubre la entrada, oculta al final de la barra, a la misma sala convertida en after-hour. Los cruasanes recién hechos y la máquina de café contrastan con una música tecno que inunda el bar cada vez que un nuevo cliente abre la puerta clandestina previo pago de 2.000 pesetas. En el continuo ir y venir, que aumenta a medida que pasan los minutos, desfilan jóvenes de estética cibernética: tejidos de neopreno, bolsas en bandolera, prendas ajustadas de colores llamativos y con formas aerodinámicas y zapatos de plataforma. Peinados extremados a base de gomina, tintes arriesgados y piercings por doquier acaban de perfilar un ambiente frenético en el que los cuerpos parecen incansables y la noche eterna.Un portero hace guardia a la entrada de la cafetería Boss mientras un camarero, cargado de enormes bolsas de hielo, asegura alcohol fresco para los más eufóricos, que seguirán sin parar hasta las diez de la mañana, hora de cierre del local.
Una hora después, un furgón de la policía se deja ver en la parada de metro de Marina. Algunos jóvenes esperan que abra las puertas. La presencia de la Guardia Urbana se hace más evidente en las calles próximas a la zona de ocio de la Vila Olímpica. Los alrededores de Back Fire, la discoteca de donde salía Carlos Javier Robledo en la madrugada del sábado de la pasada semana, cuando murió a causa de una paliza, suele ser un lugar concurrido hasta las ocho de la mañana los fines de semana. Ayer era diferente: a las seis no había nadie.
Un cartel en la puerta de la discoteca reza: "Este local abre sus puertas de 12.30 a 5.00 horas". Sin embargo, algunos despistados, asiduos del local y ajenos a la operación policial que empezó ayer de madrugada, acuden pasadas las seis de la mañana para continuar la noche de fiesta. "Ya ha cerrado el Back?", se pregunta un joven de unos 25 años, dispuesto a seguir la marcha y a beber un par de copas más.
Catorce agentes de una unidad móvil de la policía desplazada desde Vigo para la operación after-hours comentan "la tranquilidad y la falta de incidentes" de la noche. "Llevamos patrullando la zona desde la una de la madrugada y estaremos hasta que nos avisen", añaden. El jefe de la unidad se muestra escéptico ante las medidas de prevención: "La presencia policial no va a acabar con la violencia. Los jóvenes beben alcohol, consumen pastillas y cocaína, y no respetan a la policía". "En una democracia es inevitable que la gente se pelee y se produzcan muertes", concluye.
Ya son casi las siete de la mañana, hora a la que suelen abrir los after-hours de la Vila Olímpica. Una música a todo volumen retumba en el paseo Marítim. Un chico con un sombrero de paja y un abanico amarillo baila con una amiga, que le dispara con una pistola de láser. Junto con otros amigos, se agrupan alrededor de un coche plateado, en lo que se ha convertido en un escenario improvisado para matar el tiempo que va desde que cierran la discoteca y abren el Matiné, uno de los tres after-hours situados bajo el paseo al nivel de la playa. El grupo se muestra fascinado por la presencia de una cámara de televisión que graba la escena. El termómetro marca 10 grados. Sin embargo, ellos visten camisetas y bailan sin cesar. "Si no podemos estar en ningún local, nos montamos la fiesta así", afirma eufórico el del abanico.
¿Cuál es el secreto de tanta marcha? Ante esa pregunta, se cruzan miradas de complicidad y contestan con un irreverente "es obvio". A pesar de que muchos jóvenes esperaban la apertura de los tres after-hours, éstos permanecieron cerrados. No importa, se puede seguir la marcha. En otro de los coches aparcados, un joven esnifa una raya de cocaína y asegura que se va al bar Estudiantil, en la plaza de la Universitat, "a hacer tiempo hasta que abran el Cholita a las once".
Operación After-Hours
La Operación After-Hours es una medida tomada conjuntamiente por la Delegación del Gobierno en Cataluña y el Ayuntamiento de Barcelona para prevenir incidentes violentos como el que provocó la muerte del joven de 22 años hace una semana. Un total de 180 agentes de las fuerzas de seguridad del Estado reforzaron ayer los efectivos de la Guardia Urbana que normalmente patrullan en las noches de fin de semana.
La vigilancia se acentuó entre las 3.00 y las 7.00, y se extenderá a todas las noches de viernes a domingo durante varias semanas. La operación pretende coordinar las brigadas policiales especializadas en tribus urbanas, menores y extranjería, la judicial y la de intervención rápida. En la madrugada de ayer se incrementaron los controles administrativos en los locales de ocio. De los 18 locales inspeccionados por la Guardia Urbana, seis acabaron denunciados por infracciones administrativas, exceso de ruido o incumplimiento de la hora de cierre.
Según la ley, los bares musicales deben cerrar sus puertas a las tres de la madrugada y las discotecas a las cinco. La Guardia Urbana asegura que la noche de ayer fue "más tranquila que otras noches". De los 51 controles de alcoholemia que realizaron, sólo siete dieron positivo, una cifra muy inferior a las que se registran habitualmente. A pesar de las seis denuncias impuestas, muchos locales se preocuparon por cerrar a la hora que establece la ley "para evitar sanciones".
Por su parte, los dueños de los after-hours expresaron ayer en un comunicado su decisión de mantener los locales cerrados durante este fin de semana. on esta iniciativa pretenden solidarizarse con la familia del joven asesinado y denunciar "la criminalización que sufren los after cuando ocurren hechos de este tipo". Los propietarios rechazan la violencia urbana y afirman que no debe relacionarse con ocio nocturno, sino que es preciso buscar sus causas en un trasfondo social.
Los firmantes del comunicado aseguraron que "no existe ni una sola denuncia de los matinales importantes por agresiones" y añadieron que cerrar sus locales no acabará con la demanda de ocio matinal por parte de la juventud, sino que llevará a los jóvenes a consumir alcohol en la calle, lo que ocasionará problemas a los vecinos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Archivado En
- Puertos deportivos
- La Villa Olímpica del Poblenou
- Discotecas
- Ocio nocturno
- Barcelona
- Salas fiestas
- Policía municipal
- Distritos municipales
- Cataluña
- Vela
- Tiempo libre
- Instalaciones deportivas
- Asesinatos
- Policía
- Deportes acuáticos
- Ayuntamientos
- Vivienda
- Ocio
- Fuerzas seguridad
- Sucesos
- Delitos
- Deportes
- Legislación
- Administración local
- Estilo vida