_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La atómica

Nuestros padres pensaban que el cambio de clima se debía a la bomba atómica. Más adelante, los modernos materiales empleados para construir cacharros de cocina, más fáciles de limpiar y de secar, producían cáncer. Hace relativamente poco, los accidentes de coche tenían una alta correlación con los fumadores. Ahora que ya no nos dejan fumar, resulta que están provocados porque los conductores hablan por el móvil. Está claro que nuestra sociedad no se caracteriza por cultivar los misterios, sino por consumir desesperadamente explicaciones que no vienen a cuento. Y ahora le toca el turno a la superstición de la informática y a la magia de Internet.Con más frecuencia de la debida, cada vez que un adolescente está implicado en alguna tragedia de violencia desatada y sin sentido, recurrimos a las nuevas tecnologías para tranquilizar nuestras conciencias y resolver el misterio. Culpamos de la desgracia a los juegos de rol, convenientemente asociados al videojuego y a la maldición de Internet, el típico escenario diabólico de los tiempos modernos. Pero en esta ocasión vamos demasiado lejos en nuestras justificaciones, porque precisamente los juegos de rol tienen su origen en todo lo contrario a la patología y a la anormalidad, aparecen como una terapia individual o de grupo, y continúan siendo un instrumento eficaz para psicólogos y psiquiatras. En algún momento había que decirlo, aunque signifique nadar contracorriente.

El juego de rol es una mala traducción del role playing, que también se conoce como desempeño de rol o, quizá el término más acertado, representación de papeles. La técnica está relacionada, entre otros autores, con Jacob Levy Moreno, un psiquiatra vienés de origen rumano que, a finales de los años veinte, fundó el teatro de la improvisación como terapia dramática para que las personas manifiesten sus conflictos, aprendan a controlarlos y desarrollen habilidades sociales. Muchos psicólogos, psiquiatras y sociólogos emplearon técnicas más o menos parecidas como procedimiento terapéutico o, simplemente, para mejorar la capacidad de percibir situaciones personales desde otros puntos de vista. Y ahora descubrimos, según parece, que el juego de rol es un entretenimiento pernicioso de la juventud relacionado con los computadores y provocado por las nuevas tecnologías. Todo se reduce a que nuestro adolescente se peina como el héroe del juego.

No conseguimos ofrecer ningún tipo de grupo familiar, de cualquier tipo o variante que se prefiera, que tenga un mínimo de estabilidad para la convivencia de jóvenes y adultos. Los sistemas educativos fracasan en todos sus niveles y contenidos, por muchos informes Bricall que intenten disimular lo inevitable. Las calles de las grandes ciudades se convierten en un mercadeo anómico de fin de semana, que se prolonga a través de las noches, los puentes y las vacaciones. Pero cuando la mente de un adolescente se rompe de pronto en mil pedazos, buscamos la explicación en las nuevas tecnologías, en los juegos de rol y en la enfermedad oculta que albergaba su cerebro.

En lugar de usarlo para crear, educar y compartir, Internet se está convirtiendo en la bomba atómica de nuestros padres, que explicaba tanto un roto como un descosido. Lástima.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_