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FÚTBOL Liga de Campeones

El coraje del Madrid no produce beneficios

Los blancos consiguen anular al Manchester, pero se estrellan contra el defensa Stam y el guardameta Bosnich

Santiago Segurola

Con un entusiasmo que superó algunas limitaciones evidentes en su juego, el Madrid elevó al máximo sus prestaciones en un encuentro desigual, interesante, menos académico que emocionante. Un típico partido de Copa de Europa. El Madrid estuvo a punto de cobrar cuatro ocasiones y desbarató los pronósticos sobre la presunta supremacía del Manchester, que tramitó el encuentro con oficio. No se dejó llevar por el aventado fútbol que pretendía el Madrid, pero tampoco se decidió a ofrecer una réplica consistente. Ninguna de sus figuras tuvo peso en el partido, con la excepción de Giggs, que se adueñó del costado en la segunda parte.Respecto a las previsiones, el Madrid evitó el victimismo que se le suponía y salió firme, con la máxima excitación, la clase de fiebre que le ha faltado durante la mayor parte de la temporada. Después de la apatía que ha presidido sus últimas actuaciones, la hinchada se contagió de la urgencia del equipo, que dominó el primer tiempo a partir de una cuestión de ánimo. El juego vino después, y no fue malo en ocasiones. Con toda la gente enchufadísima, el Madrid negó al Manchester el protagonismo que se esperaba. Durante la mayor parte del encuentro, el equipo inglés no jugó ni bien ni mal. Apuntó cosas y dio la impresión de estar en condiciones de hacer daño, pero sin excesos. Jugó tranquilo, sin acelerar, a la espera de concretar alguna ocasión, pero nunca alcanzó la plenitud. Fue un equipo que dejó detalles por aquí y por allá.

REAL MADRID 0MANCHESTER 0

Real Madrid: Iker Casillas; Míchel Salgado, Iván Campo, Karanka, Roberto Carlos; McManaman, Helguera, Redondo, Savio (Balic,m.75); Raúl y Morientes (Ognjenovic, m.85).Manchester: Bosnich; Gary Neville, Stam, Berg, Irwin (Silvestre,m.86); Beckham, Keane, Scholes (Butt, m. 80), Giggs; Cole y Yorke (Sheringham, m. 75). Árbitro: Gilles Veissière (Francia). Mostró tarjetas amarillas a Irwin, Karanka. Unos 75.000 espectadores en el Santiago Bernabéu. Partido de ida de los cuartos de final de la Liga de Campeones. La vuelta se jugará el miércoles 19 de abril en Old Trafford.

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El Madrid atacó el partido con la máxima intensidad. Todos los jugadores sintieron la sacudida del duelo, y nadie se borró. Hasta los más sospechosos se implicaron. McManaman, que sabe del fastidio que causan los jugadores del Liverpool a los hinchas del Manchester, estuvo particularmente activo: cabeceó en plancha un excelente centro de Savio, inauguró con un buen pase una jugada que culminó Morientes y obligó a Bosnich a sacar una mano apuradísima, y protagonizó varias incursiones frente Irwin. Y ya en la segunda parte, cuando su agotamiento era evidente, puso al Madrid al borde de la victoria en las dos grandes oportunidades del partido: dos incursiones a todo trapo que inflamaron al Bernabéu. En la primera, ni Morientes ni Balic consiguieron concretar su pase. La segunda fue la mejor de la noche. Morientes le dejó la pelota de forma delicada, con el tacón. Macca llegó como un tiro, sin nadie enfrente y con varias oportunidades para marcar. Nunca le ha sobrado gol al inglés, que remató apresuradamente, al pie del portero. En fin, este febril McManaman representó durante gran parte del encuentro a todo el equipo.

No hubo dudas de la autoridad del Madrid en el primer tiempo, a cambio de un considerable gasto de energía. El Manchester le cedió los trastos al Madrid y esperó sin descomponer la figura. No impresionó por nada. Sólo pareció un equipo relajado, confiado en el peso de su camiseta y convencido de que le llegaría alguna satisfacción. Mientras tanto, el Madrid empujó con entusiasmo. No le faltaron oportunidades, con Savio como actor principal en el arranque del encuentro. Como el Manchester no se distingue por su rigor en la presión, Savio se manejó con libertad en la banda izquierda, donde metió a Gary Neville en problemas, los mismos que atravesó el veterano Irwin en la banda contraria. El Manchester sufrió por los costados. En el centro de la defensa, no. Stam fue una roca. Desbarató la mayoría de las llegadas del Madrid, muchas veces gracias a su imponente físico. Ganó todos los balones divididos y cabeceó sin misericordia. Nadie se lo agradeció más que Bosnich.

Todos los figurones del Manchester pasaron desapercibidos durante la mayor parte de la noche. Cierto que dejaron huella de su clase. Beckham demostró su condición de pasador, pero no fue capital en el juego de su equipo. Lo mismo puede decirse de Scholes y los dos delanteros. El más influyente fue Giggs, extremo a la antigua con algún defecto de extremo. Condujo demasiado en algunas jugadas que pedían el pase. Sin embargo, su presencia intimidó a la defensa madridista en la segunda parte. Su rapidez y habilidad se hicieron más visibles cuando el Madrid comenzó a quebrarse por la fatiga. Fue entonces cuando Giggs provocó unos cuantos incendios. En una de sus cabalgadas, Karanka le derribó cuando se dirigía como un misil hacia la portería. Era expulsión, pero el árbitro la perdonó.

Para entonces, el encuentro estaba sumido en el descontrol. Por puro entusiasmo, el Madrid empujaba hasta donde le llegaban las fuerzas. El Manchester, más contenido, pareció satisfecho con el resultado. Llegó como favorito sin discusión, se encontró con un adversario lleno de coraje y se fue de Madrid convencido de que Old Trafford decidirá la eliminatoria a su favor.

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