_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Apoteosis

Celebro sin ninguna reserva que Pedro Almodóvar haya conseguido con Todo sobre mi madre el Oscar a la mejor película de habla no inglesa. El hecho de que a mí no me interese su cine y que el propio Almodóvar no sea santo de mi devoción, tampoco impide en absoluto que me congratule por el éxito del director manchego. Pero ahora, cuando ya empiezan a amainar los vendavales informativos que atravesaron el país de manera realmente abrumadora, es tiempo de plantearse alguna reflexión al respecto. Se trata de un simple comentario adicional, no referido por supuesto a la calidad de la película premiada o la personalidad de Almodóvar, sino al espectacular derroche de atenciones que han merecido en los medios de comunicación ese galardón y ese personaje.Hay que reconocer, antes que nada, que la habilidad de Almodóvar para las relaciones públicas sólo es equiparable a la pericia de sus expertos en marketing para promocionar la imagen del director por donde más convenga. Y eso lo han conseguido con creces. O así lo supongo, porque tampoco sé muy bien lo que ocurre en este sentido por el mundo adelante. Pero de lo que no me cabe duda es de que Todo sobre mi madre ha alcanzado en la práctica totalidad de la vida española un desbordamiento publicitario similar al que obtiene un triunfo futbolístico o cosechaba una de aquellas frenéticas efemérides franquistas. Entre la obtención de este Oscar y la más sonada apoteosis del espíritu nacional, no ha habido ahora más diferencia que la que va de una patriotera majadería a otra.

En la prensa, en la radio, en la televisión, he leído u oído textualmente frases como estas: "Todos somos Almodóvar", "España está contigo", y otras zarandajas parecidas. No acabo de entender semejante apelación al gregarismo. ¿A santo de qué se nos incluye a todos en un mismo saco de fervores? Ya he confesado que el cine de Almodóvar no figura en el índice de mis preferencias. Todo ese tozudo acarreo de gays, travestidos, putas, yonquis, malcasadas, posesos, me puede atraer a ratos por lo que supone de transgresión, de fórmula provocadora a las hipocresías y gazmoñerías dominantes, pero hasta ahí llego. Lo demás cae dentro de lo que podría llamarse, en términos ordinarios, la estética del batiburrillo.

Estoy convencido de que Almodóvar conoce muy bien su oficio y dispone de un innegable talento para concebir y realizar con brillantez una película. El deje aldeano se le depuró en la movida madrileña, convirtiéndolo sin duda en un profesional listísimo. Otra cosa es su condición de dicharachero, de persona provista de una acusada tendencia a la extralimitación, como quedó enojosamente patentizado en su discurso de agradecimiento por el Oscar. La perorata que consumó en esta fiesta de Hollywood, con su retahíla de dedicatorias a la madre, a las hermanas y a los españoles en general, y sus reconocimientos a distintas advocaciones marianas, incluyó una aseveración apabullante: la de que España es diferente. Aunque el auditorio norteamericano no entendiera lo que dijo Almodóvar, seguro que esto último sí pudo deducirlo.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_