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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Aznarismo

A los 10 años de su elección como sucesor de Fraga, José María Aznar tiene motivos para sentirse satisfecho. Enhorabuena, y ojalá que no se confirme lo que parece a simple vista: que ha comenzado el aznarismo, entendido como inflamación de la devoción por el líder. El PSOE evitó cometer los errores que llevaron a la UCD al olvido, pero cayó en otros que le buscaron su ruina. El PP también ha preferido cometer errores nuevos que repetir los de los socialistas. Pero todos los partidos en el Gobierno han acabado sucumbiendo a esa vieja enfermedad política que consiste en creerse su propia propaganda, empezando por el culto a la personalidad del jefe. El suarismo acabó con Suárez, y el felipismo, con González. Tal vez algún día se recuerde la hemorragia de autosatisfacción exhibida ayer en Sevilla como el origen de la decadencia de Aznar.Los actos políticos tienen un significado en sí mismos, con independencia de las palabras que traten de conjurarlo. La celebración de los 10 años de la exaltación de Aznar a la secretaría general del PP es un acto de autocomplacencia por mucho que el mensaje más repetido fuera que hay que evitarla. Es lógica la satisfacción de Aznar, porque ha acertado en lo fundamental: romper con el fraguismo, mantener la cohesión interna como premisa para el triunfo electoral, centrar los mensajes. Lo mejor de Aznar es que ha aprendido, y lo segundo mejor, que, en general, ha sabido rodearse de gentes más inteligentes que él, lo que revela talento. La retirada del fundador a su lar gallego ha facilitado las cosas. Y el compromiso de no repetir como candidato después de dos mandatos, en contra de lo que ayer le recomendó el fundador, indica que mantiene el sentido de la realidad.

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Haría mal Aznar en creerse la imagen que sus asesores le están proyectando sobre él. Hay antecedentes de líderes sociales a los que se consideraba escasos de carisma que compensaron esa imagen con una exaltación como virtudes prodigiosas de lo que son sólo rasgos de carácter, ni buenos ni malos. El liderazgo de Aznar es de tipo horizontal: suscita la identificación de quienes se ven como personas corrientes, como él. Pero es un contrasentido hacer de esa normalidad un rasgo prodigioso de personalidad.

Tan falsa como la pizarra de Suresnes es la idea de que Aznar tenía hace 10 años en la cabeza -o en su libreta- lo que luego ha ido haciendo. El sucesor de Fraga era en los ochenta un joven thatcheriano que denunciaba la ineficacia del Estado de bienestar, la blandura centrista, el despilfarro socialdemócrata, los abusos nacionalistas y la obsesión por el consenso. Luego ha hecho lo que ha podido, pactando con Pujol, manteniendo el PER, haciéndose tan europeísta como el que más, etcétera. Enhorabuena por el triunfo, pero malo será que se lo crea del todo.

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