La última caída de Conde
No. Marzo de 2000 tampoco ha sido el mes de Mario Conde. El día 12 vio cómo su otrora carisma irresistible pasaba desapercibido para los españoles. Sólo 24.098 se acercaron a las urnas para darle su apoyo. Mientras, el hombre al que aspiró a desbancar, José María Aznar, superaba con creces los diez millones de votos.Ayer, 31 de marzo, los magistrados de la Audiencia Nacional le dieron el varapalo que más le duele, el varapalo definitivo. Diez años y dos meses de prisión y todos los argumentos que desde hace siete años viene defendiendo como verdad absoluta, por los suelos.
Justo todo lo contrario a lo que estaba acostumbrado a finales de la década de los ochenta y en los tres primeros años de la de los noventa. Eran momentos de tratarse codo con codo con los más poderosos; de ser temido, más que respetado, en todos los círculos, e incluso de ser propuesto como modelo de triunfo, de comportamiento a seguir para la juventud.
Era la culminación de una ambiciosa carrera que este gallego de 51 años había comenzado a la sombra del entonces presidente de Antibióticos, hoy de Airtel, Juan Abelló. Entre ambos montaron, en 1987, lo que posiblemente fue la operación que abrió la moda de los pelotazos.Vendieron Antibióticos a la firma italiana Montedison por 58.000 millones de pesetas de las de entonces. Todo un negocio que propulsó a ambos al corazón del mundo de los negocios español, es decir, a la banca. El objetivo más sencillo era Banesto y hacia allí dirigieron sus tiros.
Con tan sólo 39 años, Conde se convirtió en el presidente de banco más joven de la historia económica española. Y emprendió una carrera vertiginosa, con traspiés sonados como el fracaso de la fusión con el Central o la desastrosa salida a Bolsa de la Corporación. Al tiempo, iba perdiendo amigos (Abelló se separó de él muy pronto) y ganándose enemigos (siempre fue considerado un advenedizo por el resto de los banqueros).
Conde había entrado a toda velocidad en un callejón sin salida. Hasta que el Banco de España le puso freno. Después, pasó por la cárcel en dos ocasiones, protagonizó el juicio más largo e intrincado de la historia económica de España. Y como epílogo, una sentencia que le vuelve a colocar a un paso de la cárcel.
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