_
_
_
_
_
Reportaje:

Una pizza solidaria

Cuando Chistian Moulin viajó por primera vez a Marruecos, hace ahora tres años, no se imaginaba contrayendo la deuda que en este momento le lleva de vuelta al Magreb. Moulin andaba entonces muy escaso de dirhams, lo que no impidió una grata acogida por parte de una familia de pescadores de Agadir (Marruecos), que se ocuparon de su estancia y le brindaron una franca amistad. "Es una gente un tanto aislada y sin recursos para desplazarse", explica este bretón de 27 años, "de modo que prometí regresar y regalarles una moto".Varios meses después, Moulin comentaba este proyecto con Frederic Pedan, un repartidor de pizzas de Brest (Francia), que de inmediato comulgó con su espíritu aventurero. Fredo, como se le conoce familiarmente, pidió ayuda a su jefe en Speedy Pizza, Emmanuele Nivet -"una persona que tiene dinero pero siempre con el corazón en la mano", según cuenta- y éste se prestó a proporcionarles sendos vehículos y las herramientas necesarias para afrontar cualquier eventualidad.

Dicho y hecho, los dos viajeros partieron de su ciudad el pasado 14 de febrero y esperan llegar a su destino a mediados de abril. El itinerario cubierto pasa por Santander, A Coruña, Oporto, Lisboa y Cádiz, ciudad hermanada con Brest, donde recalaron la semana pasada.

"Nuestro viaje no tiene nada de institucional", afirman, "pero nos hubiera gustado visitar la oficina de hermanamiento, o al menos intercambiar una banderita, pero nadie nos ha atendido. Pese a ello, hay vínculos particulares que están por encima de las instituciones".

La expedición, que viaja a una velocidad media de 40 kilómetros por hora, se ve obligada a parar cada 50 kilómetros, dadas las condiciones de los ciclomotores. El presupuesto diario de cada uno asciende a medio centenar de francos (unas 1.500 pesetas), lo que les obliga a pernoctar en tiendas de campaña, a ser posible en espacios gratuitos.

Pinchazos, averías de urgencia, cierta caída y algún que otro incidente con la policía han venido jalonando la travesía, que sus protagonistas decidieron emprender sin reloj ni calendario. "Así hemos aprendido a usar el tiempo de otra manera", apunta Fredo.

A pesar de estas vicisitudes, los motoristas quitan importancia a su gesta: "Siempre hemos sido así. No vemos nada extraordinario en viajar en moto". En cuanto a sus familiares y amigos, aseguran que todos han visto con buenos ojos la idea. "Los compañeros se han solidarizado. Y mi madre quería venir también", asegura Fredo, "un vecino nuestro fue hasta Dakar en tractor, y ahora pretende dar la vuelta al mundo, ¿por qué no en moto?".

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

A lomos de sus ciclomotores, Fredo y Chistian parecen hacer un buen equipo. El carácter espontáneo y un tanto visceral del primero se complementa bien con el talante más tranquilo y conciliador de Moulin. "Nos preguntan si nos conocemos desde pequeños... ¡Y sólo hace seis meses que nos presentaron!", explican.

Aunque carecen de teléfono, los destinatarios de las motos aguardan la llegada de estos chicos desde hace 15 días. Una vez en Agadir, los solidarios viajeros pasarán algunos días cerca de la región de Sidi Ifni antes de regresar a casa en autobús.

"Pensar en un ritmo de vida normal, en la rutina de cada día, nos deprime. Va a ser muy difícil reencontrarse con el despertador". No obstante, ninguno de los dos descarta repetir la aventura. "Eso sí", promete Moulin, "la próxima vez tendré que traerme a mi novia".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_