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BALONCESTO - COPA KORAC

Unicaja vence al Limoges, pero se queda a 13 puntos del título

No pudo ser. La realidad era demasiado cruda y el Limoges hizo valer la diferencia de 22 puntos que consiguió hace una semana en el partido de ida para adjudicarse la Copa Korac. Las vitrinas de Unicaja siguen vacías. Ha llegado a dos finales, una de Liga y esta de Copa Korac, y ha perdido las dos. Quizá a la tercera vaya la vencida, pues según un dicho deportivo, para ganar títulos hay que perder finales.La diferencia que atesoraba el Limoges era realmente abismal. La afición de Unicaja había puesto una ilusión enorme en la remontada y llegó a contagiar al equipo, al que 200 hinchas sorprendieron el pasado domingo recibiéndolo en el aeropuerto de Málaga al regreso del partido de Liga que disputó en Torrelavega. La afición malagueña sí fue campeona, en ilusión en deportividad y en fidelidad. No calló un momento, ni cuando su equipo estaba en camino de la proeza, ni cuando ya sabía que la hazaña era imposible.

UNICAJA 60LIMOGES 51

Unicaja Málaga: Jaumin (10), Romero (3), Mrsic (7), Sallier (9), Orenga (8) -quinteto inicial-, Lázaro, Xavi Fernández (10), Petruska (4), Conceiçao (4) y Marcaccini (5)Limoges: Dumas (2), Brown (18), Bonato (12), Harper Williams (11), Weis (4) -quinteto titular-, Hamm (4), Stazic, Frigout. Árbitros: Brazauskas (Lituania) y Ankarali (Turquía) Unos 5.000 espectadores en el Pabellón Ciudad Jardín de Málaga. Partido de vuelta de la final de la Copa Korac. En el palco de autoridades estuvo el presidente de la Junat de Andalucía, Manuel Chaves.

Durante muchos minutos, Unicaja dio argumentos para mantener el sueño. El comienzo del partido se ajustó al mejor de los guiones posibles. A los cinco minutos ya ganaba 15-5 y en el descanso estaba hecha más de la mitad de la faena (43-29). El primer tiempo fue diametralmente opuesto a lo ocurrido en Limoges: al Unicaja le salió todo y a su rival nada. Los franceses salieron contemporizadores, a agotar posesiones largas conscientes de su enorme ventaja. Ni siquiera parecieron alterarse en el descanso. Todo lo contrario. Las esperanzas comenzaron a esfumarse demasiado pronto. La posibilidad de la proeza quizá atenazó a los jugadores de Unicaja, que volvieron a la cancha agarrotados. Volvieron a aparecer los errores del partido de ida: precipitación, balones perdidos, falta de responsabilidad para tirar a canasta o penetrar... Sólo una canasta anotó Unicaja en los cinco primeros minutos de la segunda parte, cuando en la primera hizo 15.

El Limoges seguía a lo suyo, no más de seis puntos cada cinco minutos, y si era necesario, Brown hacía las apariciones que fueran precisas para volver a machacar a Unicaja. Los franceses defendieron mejor en la segunda parte, hicieron lo preciso para desmoralizar a su rival. Unicaja fue de nuevo una muestra enorme de impotencia, sin recursos para paliar la situación. La diferencia fue enjugándose hasta quedar reducida a cuatro puntos a mitad de fase (47-43). Unicaja entregó el partido, pero la afición siguió generosa en su entusiasmo, hizo saludar a los suyos y se fue a casa jaleando al equipo. Ya sueñan con verse otra vez en una final, para ella ese premio es suficiente. Otra vez será.

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