_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Distancias

Exposiciones y espectáculos coincidieron esta semana en Sevilla con un impacto estremecedor. La antigüedad y la modernidad pueden aparecer muy lejanas y distintas, pero el drama y la locura recorren la inagotable distancia del tiempo en las mismas profundidades siempre negras del hombre. ¿Siempre igual?No lo parece en la exposición de El Monte Argantonio Rey de Tartessos, una muy bien montada notificación del tiempo de los sueños, con evidencias de verdades clavadas y en silencio, de historias y mitos que nos emocionan con su misterio pero que no podemos llegar a poseer. Desde tan lejos, con los años, y gracias a los estudiosos, todo lo que se ha escrito acaba existiendo.

Muy lejos y muy diferentes de los tartesos nos vemos en Conjunto de falda y chaqueta, un espectáculo de danza contemporánea producido por el Teatro Central. A mucha distancia de la quietud y el silencio con esa música que arrancaba hinchada y poderosa, que roncaba, sevillaneaba, se ocultaba y comenzaba pausada mientras la luz contorneaba figuras geométricas en el suelo y una bailarina se movía en las tinieblas de un extremo, entraba en el brillante cuadrado acelerando el movimiento en un parpadeo de pies, de manos, de hombros, y se apagaba con la oscuridad que se encendía más cerca o más lejos, rompiendo las perspectivas que llenaban de nuevo las túnicas ligeras y austeras, los cuerpos contorsionándose jadeantes, los movimientos medidos como por un milagro, el baile perfecto.

Sin embargo, el Edipo que representan en La Fundación, incapaz de verse "responsable de los desastres que asolan a la colectividad", es tan de actualidad, tan del momento como el terrorista que le ha enviado a Carlos Herrera una caja de puros habanos con una bomba dentro en nombre de su pueblo. Exactamente el mismo caso de ETA, maldita sea, que otra vez ha llegado hasta aquí con su sentencia. Ha sido un impacto de escalofrío. Y ha tenido suerte Carlos Herrera, y los radioyentes, todas las solitarias y los solitarios que nos dormimos pegados a la radio, pero como el odio es el mismo de siempre, y la ambición, y la soberbia, sigue habiendo quien busca una justificación para el crimen.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_