Vacíos
Si los enamorados creados por Carlo Goldoni vivieran hoy, uno en Almería y otro en Barcelona, pongamos por caso, la obra contaría con tres personajes menos. Internet, llamadas telefónicas y mensajes vía móvil harían las veces de Flaminia, Toñino y Rodolfo, personajes que, junto a otros siete, dijeron un adiós definitivo a las tablas bajo la dirección de Miguel Narros el pasado viernes en Almería. La inmediatez del servicio del amigo o confidente para enviar el mensaje apasionado y urgente quedaría suplida en escena por un ordenador. Es un vacío hipotético y fingido, un suponer porque sí que, sin embargo, envuelve a otras obras de nuestro tiempo. El viernes, Los enamorados, de Goldoni, tuvo otros vacíos bien tangibles y nada hipotéticos, como el de ocho filas desiertas en el patio de butacas en el momento de apagarse las luces. El reparto de entradas a instituciones y personalidades volvió a dejar, una vez más, la huella de la indolencia cultural capitalina.
Al final de la representación, los vacíos de los personajes iban ahogando al auditorio con sus azotes de corazón y sus tormentas amorosas: vacío de la protagonista, Eugenia, víctima de su propia incomprensión y egolatría; vacío de su amado, Fulgencio, presa de su propia debilidad e indecisión.
Pero el vacío infinito y hondo, tan ingente como amargo, se desdobló de los personajes cuando éstos dejaron de serlo y hubieron de saludar en el que sería su último aplauso. La primera en llorar fue la actriz María Álvarez, que se agarraba a una emocionada Aurora Sánchez, la protagonista. Rosina, la criada, interpretada por Magdalena Barbero, tampoco ocultó lágrimas con sabor a despedida. La parte masculina prefirió el discurso al llanto por boca de Emilio Laguna y Enrique Simón. "Por muchas veces que se monte esta obra nunca será igual que ésta. Será mejor o peor, pero nunca igual", sentenció Simón.
El vacío existencial que motiva abandonar lo que se quiere o aquello a lo uno se habitúa deja llagas en el alma. El veterano Laguna lo reconocía al contar cómo no pudo acabar en escena otro final de obra y gira que protagonizó en Arnedo (Logroño). "No pude acabarla de la gran llantina que me entró", confesó. Cuando al vacío físico se une el existencial, sólo queda el consuelo del recuerdo. La actriz Aurora Sánchez lo dijo en otras palabras: "Voy a necesitar otro año para asimilar todo lo que he aprendido".
MARÍA JOSÉ LÓPEZ DÍAZ
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