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Tribuna:NEGRITAS
Tribuna
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Héroes anónimos

La pasión es ciega. Antonio González, peluquero de Churriana, bombo de la charanga Los Mihitas, está empeñado en meterle "miedo escénico" a los franceses del Limoges en el partido de vuelta de la final de la Copa Korac de baloncesto. A veces los héroes no tienen que realizar una hazaña. Los mijitas ponen la banda sonora original a las victorias del Unicaja. Si el equipo de sus amores sucumbió en la pista el miércoles, bailado por un alero americano, moreno como su propio nombre -Marcus Brown- indica, los músicos hinchas contraatacaron después del partido: otro moreno, Abraham Moreno, bombardino de la charanga, se bailó un pasodoble con una colega de la banda local. Los mijitas, para sobreponerse a "la cara de inútiles" que les dejaron los 22 puntos en contra, tocaron Paquito chocolatero con la orquesta del lugar. Y a su son bailaron los seguidores del Cercle Saint-Pierre.Los héroes anónimos de la ida fueron ellos: un cerrajero, un celador de hospital, un abrillantador de suelos de la universidad, el empleado de una empresa de servicio de comidas, unos jóvenes estudiantes y el peluquero, que supieron perder como unos señores. Y ahora, inasequibles al desaliento, quieren ganar la final: "No es imposible, el día malo ya lo hemos tenido y el pabellón de Ciudad Jardín es mágico", dice el barbero de Churriana.

Otras veces los héroes sólo tienen que tener mala suerte. Es el caso de Carlos Rueda Córdoba, un muchacho malagueño de 19 años, que estaba haciendo la mili en Infantería de Marina y se escapó cuando le quedaban unos meses para la licencia. Quién sabe lo que pasa por la cabeza de los jóvenes que se largan y se buscan la ruina con el "abandono de destino". Detenido tras una orden de búsqueda y captura del juzgado militar de San Fernando, lo metieron en la cárcel de Alhaurín el 7 de marzo. Los soldados, como los policías, deben estar separados de los presos comunes, pero el juzgado de Málaga que pidió su ingreso en Alhaurín solicitó por error que estuviera "incomunicado". Con lo que nuestro protagonista se vio privado de sus derechos fundamentales durante una semana, sin contacto con su familia, ni un abogado, ni el trabajador social de la prisión, ni el educador, ni ver televisión, ni escuchar la radio, ni leer periódicos. Incomunicado, como el detenido de una trama mafiosa a la que todavía se investiga. Lo peor es que en la prisión dicen que nadie pidió verle, ni protestó. Hay ciudadanos más vulnerables que otros. Y la justicia es ciega.

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