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Equinoccios

Las elecciones generales y autonómicas del 12 de marzo, además de conceder la victoria incontestable al PP a nivel nacional, han permitido que los ciudadanos se pronuncien y rechacen aquellos partidos cuyo origen nació viciado, pues no era el servicio a la comunidad su objetivo, sino el uso de su confianza en defensa de intereses personales, generalmente económicos, lo que guió su presencia en el ámbito político.El GIL y el CDS comprado por Mario Conde, que en toda la campaña se ha quedado en la soledad de su dinero, sin más asistencia a sus mítines que el propio comprador, no han obtenido representación parlamentaria.

Hasta aquí la cosa no tendría mayor importancia, ya que ha dejado de ser relevante que el sistema democrático funcione. El acercamiento a las urnas es el comportamiento normal de los ciudadanos. La importancia es que estos mismos ciudadanos, a diferencia de hace dos ratos, han impedido que entren en la órbita parlamentaria quienes se valen de la democracia para otros fines. Esta decisión constituye un ejemplo de madurez que va a impedir que en el futuro aparezcan grupúsculos seudopolíticos que busquen su beneficio y traten de captar determinadas voluntades mediante el establecimiento de un orden público represivo (Marbella) o a través de los goles de un equipo de toda la vida.

Este comportamiento no sólo va a impedir el nacimiento de estos grupos, sino que, los que fueron elegidos, al no poder ya conseguir sus objetivos, pues no tienen quién los corresponda -el señor Gil, uno de sus hijos y sus amigos están sentados, como estuvo Mario Conde, en el banquillo-, empiezan a abandonar el GIL.

Ha llegado el equinoccio. Estamos en primavera. También existe este otro equinoccio, el que han demostrado todos los ciudadanos con sus votos, impidiendo que asuman tareas de gobierno aquellos personajes que no se resisten a dejar de serlo, ni siquiera después de haber violentado a la sociedad a la que dijeron, iban a servir, cuando alguno con condenas indultadas y otro sin indultar, ya habían demostrado el respeto que tuvieron entonces por la Ley.

EUGENIO SUÁREZ PALOMARES

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