Del adiós de Lissavetzky a los millones de "la piedra de la locura"
Todo, al final, si se quiere, puede aprovecharse para el convento. Jaime Lissavetzky, hasta ahora portavoz socialista en la Asamblea, se despedía ayer de la cámara. Y aprovechaba para dar las gracias por tanto como le había aportado su paso por la política madrileña. Entre las aportaciones, una que, bien mirado, no deja de tener mérito:-Agradezco a las taquígrafas que hayan aprendido a escribir mi nombre.
Día de preguntas en la Asamblea. La que presentó Lissavetzky -presupuesto para actividades extraescolares en colegios públicos-, una excusa. Porque lo que él quería era decir su adiós a años de parlamentarismo autonómico. La política -ya se sabe- es un sacerdocio y Lissavetzky ha sido llamado a otra diócesis, la de la carrera de San Jerónimo.
El presidente de la Comunidad, Alberto Ruiz Gallardón, estuvo cariñoso y amable. Recordó un consejo de su padre -"en los adversarios políticos se aprende a valorar las cosas"- y expresó "reconocimiento y gratitud" al trabajo realizado por el socialista.
Lissavetzky confesó que tanto halago le ponía nervioso y tentado estaba de "contratarle como biógrafo". Es que ayer daba gusto. Hasta la pregunta, al final, fue un consejo:
-Cuide usted la enseñanza pública, señor presidente. Que nosotros respetamos la enseñanza privada, pero nos parece importantísima la pública.
Hecho. Y para demostrarlo, Ruiz Gallardón le anunció que se destinarían 600 millones a mejorar la educación.
De las demás preguntas, poco o nada. Luis Blázquez, consejero de Economía, respondió a dos preguntas, una de su propio grupo -lo que, la verdad, no tiene mucho mérito- y la otra de Juan Ramón Sanz, de IU, que se interesó por el puerto seco de Coslada.
Pilar Busó, del PP, le preguntó por la seguridad en el trabajo. Tan en bandeja se lo puso, que Blázquez llegó a decir -sin ninguna ironía- que le agradecía muchísimo que le hiciera esa pregunta. También estuvo oportuno Fernando Utande (PP) que, al replicar al consejero Mayor Oreja, leyó, solemne, hasta su felicitación por los planes de Medio Ambiente en el paraje del Soto del Henares.
Menos fácil lo tuvo la consejera de Cultura, Alicia Moreno. Antonio Charraza (PSOE) fue y preguntó por la obra de teatro encargada a Camilo José Cela, El Bosco II, extracción de la piedra de la locura o el inventor del garrote. Largo título y más largo elenco. Según Charraza, 92 actores, entre militares, ahorcados, ángeles y diablos, son necesarios para interpretarla. Lo que, dijo, plantea un dilema: renunciar a montarla supondría perder los 49 millones que se pagaron al autor, no por la obra, sino por los derechos de representación. Y montarla, según algunos cálculos, costaría entre 200 y 250 millones. "La mitad de lo que cuesta todo el Festival de Otoño. Una pasta gansa", comentó el socialista.
La consejera no entró en números -"cada uno hace sus presupuestos"-, pero aseguró que se representaría. ¿Cuándo? Antes de que venzan los derechos. Naturalmente.
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