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Cabizbajo Athletic

El Athletic, a cinco puntos de la UEFA y a cuatro del descenso, ha inclinado la cabeza: sólo mira al suelo. Pasado el Centenario, celebrado de la forma más genuina con una ilusionante Liga de Campeones, el club más básico del fútbol español se ha metido en uno de sus habituales conflictos colectivos. Decía Iñaki Sáez, buen conocedor del Athletic y de su vientre, Lezama, que no conviene asomarse al precipicio: por vértigo o por exceso de confianza te puedes acabar cayendo. El Athletic de 2000 ha empezado a medir la distancia, como hace cuatro años la examinó el equipo de Stepanovic y en 1987 el postclementista que le cayó en suerte a Iribar. Sin embargo, a diferencia de experimentos anteriores, muy capitidisminuidos futbolística o socialmente, Luis Fernández está a punto de malgastar la plantilla más acreditada de los últimos 15 años, la más cara y la más nutrida posible en función de su filosofía.

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El goleador circunstancial

El misterio del Athletic tiene algunas claves. Luis Fernández ha conseguido establecer probablemente un récord mundial de alternancias: 29 partidos de Liga, 29 alineaciones diferentes. Sus epígonos lo llaman optimización, pero la sensación de incertidumbre que ha creado en el vestuario y en el entorno ha puesto al Athletic contra la pared. Sus últimos designios parecen más salidos de la chistera que del análisis.

El conflicto arbitral, lejos de promover un acto de autoafirmación deportiva, ha actuado como factor desmovilizador, con esa tentación natural al victimismo de la parroquia y ha ocultado la mala salud de un enfermo algo más que imaginario. Ocho puntos de 30 en la segunda vuelta, cero puntos a domicilio, 309 minutos sin marcar un gol, 18 goles en contra en 10 partidos no pueden demonizar a los árbitros sino a un colectivo que ha sido incapaz de proponer un sólo partido interesante completo en todo el campeonato.

El Athletic juega poco y mal al fútbol a pesar de estar construido sobre futbolistas acreditados técnicamente. El caso de Julen Guerrero resulta paradigmático: el internacional rojiblanco es hoy un futbolista desquiciado, ninguneado por el técnico (entrena siempre con los suplentes), que no encuentra el punto y hora de relación con el juego. Un futbolista que depende del balón se pasó el domingo corriendo tras él, como un meritorio, en Oviedo. La gestión de los jovenes no resulta más alentadora. Su concurso es literal: una ruleta. Hoy toca, mañana no.

El problema del Athletic es algo más que una baja de rendimiento en los deberes ofensivos (los defensivos acumulan todas las evaluaciones suspendidas). Es sobre todo un ejemplo de equipo desnortado, sin referencias (sólo Etxeberria y Alkiza mantienen los galones), sin esquema definido y los dientes como argumento. Si un equipo como el Athletic puede prescindir de Guerrero y Urzaiz su aspecto cabizbajo puede ser un problema más serio. De cervicales.

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