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Anelka disfruta en París de las pizzas y de las películas baratas

El Ferrari de Nicolas Anelka es rojo o amarillo, nadie lo ha visto pero todo el mundo lo ha oído, todo el mundo sabe de alguien que sí lo vio aparcado ante el centro comercial Sept Mares, la pizzeria La Dolce Vita o yendo de Trappes a Elancourt y de Elancourt a Saint Germain-en-Laye. El desaparecido Anelka ha vuelto a la patria de su infancia, a la casa familiar entre la nacional 10 y la nacional 12, un suburbio situado a una treintena de kilómetros del área municipal de París en el que el 77% de los apartamentos corresponden a la categoría de vivienda social. "Viene aquí para liberarse de la presión. Aquí todo el mundo le conoce y nadie le atosiga", explica Doudou, el gerente de la pizzería mientras destaca que la comida preferida del futbolista es "la margarita con crema de leche".En Trappes hay quienes lo recuerdan todo de los hermanos Anelka. "Jugamos juntos en la escuela. Entonces ya era muy bueno", repite gente que, por edad, más bien hubiera debido jugar con Raymond Kopa. Otros insisten en que "nunca se le veía por aquí. Muy pronto se lo llevaron a un centro de alto rendimiento y se convirtió en un marciano. Es un chaval que no ha tenido infancia".

En el vídeo-club del centro comercial sí saben de él porque les alquila a menudo películas de acción y comedias. "La última ha sido Les Colègues, una producción modesta sobre un equipo de fútbol de barrio en Marsella".

El entrenador más veterano de Francia, Guy Roux, patrón del Auxerre desde hace treinta años y descubridor de muchos talentos, cree que "el ejemplo de Anelka es un desastre para toda la juventud francesa... En todo ese asunto acabará por haber un incauto que lo pagará todo, que es el Real Madrid y lo celebro, pues eso les enseñará a no pagar 5.600 millones por un tipo así".

En el square Van Gogh, el barrio de Trappes en el que Nicolas Anelka vivió de niño junto a Djamel, Sami, Medhi, Hervé o Karim, les fastidia la presencia de las cámaras de televisión y las preguntas repetidas de los protagonistas. No faltan quienes quieren vender la exclusiva de sus recuerdos pero la gran mayoría está cansada de hablar de casi nada, de "ese chico discreto, que sólo se reía cuando estaba con sus amigos".

En Trappes el entusiasmo por el fútbol es relativo. El quiosquero es de los pocos que hablan con la suficiencia de los entendidos: "Nicolas es un gran jugador para equipos pequeños y un pequeño jugador para equipos grandes".

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