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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La venda de Ibarretxe

EL 'LEHENDAKARI' sigue tapándose los ojos; haciendo como que no sabe que está gobernando con el apoyo de poco más de un tercio de los diputados del Parlamento vasco. No quiere adelantar las elecciones, lo que parece razonable, pero tampoco toma otra decisión que no sea la de ganar tiempo con nuevas rondas de conversaciones.Ibarretxe se comprometió a gobernar para todos los vascos, pero es evidente su falta de autonomía respecto a las estrategias de su partido, el PNV: una formación que nunca cede nada, que exige siempre a los demás que hagan concesiones. Quiere seguir gobernando y administrando el presupuesto, aprobado con los votos de Euskal Herritarrok antes de la ruptura, pero quiere también mantener su alianza rupturista de Lizarra, y que sean los partidos no nacionalistas quienes se sumen a ella, aceptando como evidencias sus particulares ideas y creencias (ámbito vasco de decisión, territorialidad de Euskal Herria, etcétera).

La situación invita a pensar que es el PNV quien ahora necesita una pista de aterrizaje para que descienda de las nubes, pero de las declaraciones de sus líderes más bien parece desprenderse que son ellos quienes se la ofrecen a los demás. No sólo interpretan los resultados como un triunfo del nacionalismo, sino que invitan a Mayor Oreja a seguir "atizándonos, porque eso nos da votos", y desafían a la oposición a presentar una moción de censura contra Ibarretxe, y a que "digan si tienen alguna alternativa" a Lizarra, como si la defensa del Estatuto de Gernika y la Constitución no lo fuera.

El lehendakari aplazó la toma de cualquier decisión hasta después de las legislativas. Esperaba algún mensaje de las urnas que le orientase. Por ejemplo, unos resultados que permitieran a Almunia aspirar a La Moncloa con apoyos nacionalistas, lo que tal vez ablandase la posición de los socialistas vascos respecto a la exigencia de abandono de Lizarra. Pero no ha ocurrido, y sigue sin tomar otra iniciativa que la de seguir esperando. Es cierto que una convocatoria electoral recién salidos de las legislativas sería vista con escasas simpatías. Pero suena ventajista ese emplazamiento a los demás a que tomen la iniciativa de una moción de censura, contando con que la oposición será más responsable que quien lanza el desafío.

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Ibarretxe pide continuamente calma, sin darse cuenta de que es su impasibilidad lo que más crispa a los numerosos vascos que no comparten su fe. Tal vez sea mejor no disolver ahora; pero es al lehendakari, que sólo cuenta con 27 votos en un Parlamento de 75, al que corresponde construir una mayoría no sometida al chantaje de los terroristas y capaz de gobernar de forma estable.

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