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Escuela de 'chefs' del Estrecho

30 menores marroquíes que han emigrado solos aprenden cocina y albañilería para encontrar empleo

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El problema de los chicos magrebíes sin familia se arrastra desde 1995

Trabajo y papeles. Hamid y Aziz manejan cazuelas y sartenes con estas dos obsesiones martilleándoles en la cabeza. Estos dos chavales participan en los cursos de cocina y albañilería organizados por el Instituto Madrileño del Menor y la Familia (IMMF), dependiente del Gobierno regional, para 30 magrebíes de 16 a 18 años que viven bajo su tutela tras haber cruzado solos el Estrecho. Son chicos con más prisa por salir al ruedo laboral que muchos de sus compañeros españoles y con poca gana de permanecer en clases. Por eso, los talleres están organizados para que en sólo nueve meses conozcan un oficio con salida y sepan manejarse en castellano.Andrés Domínguez, albañil de toda la vida, nunca había sido profesor hasta que en noviembre la Fundación Tomillo, encargada de impartir los cursos, le propuso hacerse cargo del taller de construcción. "Al principio era todo un poco lioso, porque los chavales no sabían casi nada de castellano, pero van defendiéndose y se les ven muchas ganas de aprender un oficio", asegura.

Junto a él, Gema, la profesora de castellano, complementa su tarea lectiva con clases de lengua a pie de obra, y nunca mejor dicho. Vestida como todos, con un buzo, va repitiendo y explicando las palabras nuevas que usa el profesor. Son clases de semántica combinadas con masa de cemento.

Luis Ruiz del Árbol, director de actividades pedagógicas de Tomillo, explica que la presencia de Gema en un espacio como el de la construcción, tradicionalmente masculino, no es casual. "Queremos que estos muchachos rompan con algunos de los roles que tienen y por eso también hemos buscado un monitor de cocina que sea hombre", asegura.

Abdelhaziz, de 17 años, es muy explícito cuando se le pregunta si le interesa el curso de cocina. "Claro que sí; si no me interesase, no vendría", asegura este muchacho de Tánger que, hasta llegar al centro de acogida de menores de Hortaleza, vivió en un piso "con otros colegas".

Alí, de 16 años, fue uno de los compañeros de piso de Abdelhaziz y ahora vive en una residencia de Fuenlabrada. "Me vine a España escondido en uno de los barcos que cruzan el Estrecho", explica. Todavía no tiene permiso de residencia y cuenta los minutos hasta conseguirlo. Pero la tramitación de los permisos de residencia y trabajo para estos chavales es larga y compleja, ya que están indocumentados.

Algunos, como Karín, de 17 años, ya trabajaron en Marruecos. "Durante dos años fui panadero, pero me vine porque aquí se gana más dinero que en mi país. Me gustaría mucho encontrar algo como cocinero", dice.

Las clases relacionadas con los oficios se dan por la mañana. Las tardes se dedican al aula de castellano, que indirectamente es también taller de informática porque la lengua la aprenden en un ordenador, y al aprendizaje de la cultura española. Los dos últimos meses del curso se dedicarán a las prácticas en empresas.

Algunos de estos chavales llegan a las residencias de la Comunidad conducidos por el Grupo de Menores de la policía (Grume), que les encuentra deambulando sin documentación. A otros les convencen los trabajadores sociales de la asociación Paideia, que tiene un programa para evitar que estos chicos, que frecuentan barrios como Lavapiés, caigan en redes de delincuencia.

Trabajo y papeles. Con esa idea fija pelean cada mañana con paletas y espumaderas.

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