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Elecciones 2000

San Blas se rinde a Aznar. "Esos nuevos que han venido no son albañiles o barrenderos"

Antonio Jiménez Barca

Hace 15 años no era fácil evitar que en un paseo por la zona chabolista de San Blas una pandilla de adolescentes armados con navajas te asaltara; ahora es mucho más difícil evitar que una inmobiliaria te venda un piso. Este distrito obrero del este de la ciudad, hundido en el paro, en la delincuencia y en la droga como pocos hace tiempo, feudo natural de los partidos de la izquierda y del rock duro, está cambiando. Más de 9.000 personas, jóvenes, solventes, con buenos trabajos y buenos coches, han desembarcado en los últimos cuatro años respondiendo a la llamada de las nuevas promociones de pisos caros en polígonos apartados. Ya ocupan casas que cuestan de 20 a 40 millones, con áticos asilvestrados y piscina interior, y de paso han transformado el mapa electoral: San Blas ha dejado de ser rojo y por primera vez el PP ha logrado más apoyo que el PSOE en esta esquina de la ciudad. En 1996, el PSOE obtuvo 32.599 votos, y el PP 31.672; el domingo, 30.721 se inclinaron por Almunia y 33.742 prefirieron a Aznar. ¿Tanto han influido los recién llegados? Basta acercarse a los colegios electorales del San Blas de toda la vida, en la calle de Amposta, en Pobladura del Valle, en Simancas, para comprobar que el PSOE ganó allí el domingo por más de 10 puntos. Como siempre. Es en esos nuevos barrios, como Las Rosas o Quinta de los Molinos, con hipermercado propio levantado sobre las ruinas de un poblado chabolista, donde el PP ha cambiado el paso del distrito: en uno de los nuevos colegios barrió el domingo con un 58% de los votos. A un paso de la comisaría de San Blas, en el viejo San Blas, un grupo de jubilados comentaba ayer el resultado de las elecciones. Cerca, un yonqui de 30 años pasa con una bolsa de la compra del Pryca arrastrando los pies. A los abuelos no les extraña que el PP haya dado un vuelco en el distrito: "Ha venido gente nueva que no trabaja de barrendero o albañil y, además, nuestros hijos se han ido". Todos estos jubilados confesaron haber votado al PSOE por una razón sobre todas: "Nos cuesta votar al PP, ¿sabe usted?" Todos llegaron a San Blas hace 40 años, cuando no había calles, y para ubicarse se bautizaban los solares con términos como "polígono G" o "parcela H". La Obra Sindical les colocó en casas de 40 metros cuadrados llenos de hijos que crecieron gracias a jornales de tipógrafo, de fontanero o de encofrador. "Yo viví con siete hijos, y en la habitación de los niños, con cinco literas, había que entrar con careta por el olor a pies", contaba ayer uno de estos jubilados, que sigue en la misma casa, más vacía pero igual de diminuta. Según los datos de la concejalía de San Blas (120.000 vecinos), barrios como Amposta, Simancas o Hellín han perdido, conjuntamente, más de 2.000 habitantes en los últimos años. Unos se han muerto, los otros se han ido.

Pioneros en los sesenta

Es cierto lo que dice el jubilado: los recién llegados a barrios como Las Rosas o la Quinta de los Molinos no se parecen en nada a los pioneros de los sesenta. Éstos huían del hambre de la España rural y acabaron en un barrio de aluvión construido a trancas y barrancas: aún en el gran San Blas se ven parcelas desocupadas que jamás sirvieron para nada. Los segundos arriban a modernas barriadas de bloques de pisos con forma de plaza de toros en las que las tiendas de pizzas a domicilio y los bancos llegaron antes que los vecinos. La zona es una locura de grúas, ladrillos y cartelones que pregonan las ventajas de las "viviendas de alta calidad".

El edil socialista Miguel Conejero insiste en que la abstención, además del desembarco de nueva gente, ha perjudicado a la izquierda. El concejal de San Blas, Luis Fernández Bonet (PP), añade que hay que tener en cuenta "que los ciudadanos han visto que hay gobernantes que hacen lo que prometen".

No se cree esto último un vecino del San Blas de toda la vida, de 57 años, parado y sin mucha esperanza de dejar de serlo, "sin saber adónde ir ya". Ayer volvía de comprar el pan, y decía: "Es verdad, ahora hay aquí gente con nivel, pero, para mí, esto sigue estando igual... de mal".

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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