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Titín y Lasa deshacen la igualdad a base de resistencia y genio postrero

La final del campeonato de Mano Parejas, que enfrentó ayer a Unanue-Errasti y Titín-Lasa (19-22), reflejó en su desarrollo el análisis de los especialistas: la cita sería disputada, equilibrada y de signo incierto. También se decidiría en los cuadros delanteros, donde Unanue -el jugador más sobresaliente del torneo- y Titín se medían y calibraban la solvencia del primero con la espectacularidad del segundo. La cita se definió de forma tardía, cuando Titín tomó conciencia de sí mismo y arriesgó allí donde Unanue prefirió especular.

La final del campeonato por parejas justificó ayer un torneo gris, principalmente animado por polémicas periféricas como las protagonizadas por el desconcertante Goñi o por la lesión de Errasti. Por poca cosa en realidad. En el Ogueta de Vitoria se citaron las dos parejas más acreditadas de cada empresa, los zagueros más consistentes y los delanteros más imaginativos. Justicia para un campeonato que nació a oscuras y que sólo en su despedida ha podido justificar su razón de ser. Sin embargo, si de lo que se trata es de defender el espectáculo de este deporte, si el dinero invertido en la pelota no revierte en otros alicientes que la proliferación de nuevos profesionales de dudoso pedigrí, ambas empresas deberían replantearse la sinceridad de su discurso. Unanue-Errasti y Lasa-Titín demostraron en Vitoria qué alicientes tiene la pelota, por qué siguen llenándose los frontones cuando el programa es sugerente. Cada cual en su papel, los cuatro actores recitaron lo mejor de sí mismos, hecho reflejado en el marcador, que siempre se movió parejo. Los zagueros Errasti y Lasa enseguida se convirtieron en espectadores activos: fiables e intachables en su tarea, ambos se centraron en abonar el camino a los delanteros. Por supuesto, el partido se decidió en los primeros cuadros, donde se enfrentaban la genialidad de Titín y la eficacia de Unanue. En realidad, se jugaban dos finales en una. La oficiosa debía conceder un título moral al mejor delantero. Unanue, insultante de seguridad y versatilidad durante todo el torneo, olvidó ayer una parte de sí mismo. A Titín, precipitado y nervioso, acabó avalándole su carácter: cuando peor estaba jugando, más valiente se volvió, y al osar y acertar desequilibró un encuentro maniatado por su intermitencia y la agresividad amordazada de Unanue.

La delantera decide

Las matemáticas del guipuzcoano descolocaron de entrada al riojano, que reclamaba un encuentro menos cerebral y más apasionado. Unanue sólo compareció en el cara a cara con Titín después de asegurarse que sus zarpazos quedarían sin respuesta. Demasiado evidente, cuando de Unanue se esperaba que confirmara en la cita estelar sus amplios conocimientos del juego. Prefirió dar protagonismo a Errasti, jugar en pareja, cuando el desenlace dependía exclusivamente de su acierto. En realidad, Unanue se mostró tacaño en el mano a mano y rehuyó el choque. La solvencia pareja de la zaga entregó las claves de la final a la delantera y allí empezaron a definirse mayoritariamente los tantos.

La final circuló igualada y trabada hasta que el marcador reflejó el empate a 16 tantos. Unanue y Errasti no supieron despegarse de sus rivales, que sólo necesitaron seguirles de cerca para no desaparecer de la final. La pareja de Aspe acabó encomendándose al estado de ánimo de Titín, puesto que Lasa siempre estuvo en su sitio, en su papel.

Titín alternó golpes inapelables con salidas de tono que le colocaron a un paso del abandono. El riojano necesitaba un símbolo para recuperar su juego eufórico: sólo cuando se colocó por delante en el marcador (después de circular mucho tiempo a remolque, pero nunca del todo marginado) recordó sus mejores gestos. Su recién estrenada euforia ofuscó a Unanue, incapaz durante la mayor parte del encuentro de aderezar su frialdad con un poco de mal genio, con algún atisbo de improvisación.

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Mientras Titín decidía desmelenarse, Unanue se empeñaba en mantenerse pulcro y seguía dudando sobre su solvencia, olvidando la trayectoria impecable mostrada en un campoenato que ha reforzado su figura. El cansancio lastró la reacción de la pareja guipuzcoana, que se desmontó en apenas tres tantos. Unanue y Errasti fallaron por turnos, y lo hicieron también al unísono. Ya no estaban para entenderse y, una vez que Titín se había puesto de acuerdo consigo mismo, el marcador no volvió a cambiar de signo.

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