Con el corazón o con la cartera
No piden que tomemos partido. Unos nos piden que votemos con el corazón y otros con la cartera. Pero el partido que en este momento tenemos que tomar los españoles es el partido de pensar, porque un momento de éstos dura casi cuatro años. El español, por recetas de la historia, más que ningún otro europeo si cabe, debe votar sobre todo con la cabeza. Eso supone tratar de saltar por encima del inconsciente colectivo que nos partió la guerra, pero que aún hoy sigue conformándonos; pasar del prejuicio a la opinión y de la opinión al análisis por entre la selva frondosa y salvaje de los prejuicios. Aunque sea para llegar al mismo sitio, el recorrido habrá merecido la pena.Según refiere la historia, la antigua y la más reciente, a nuestros gobernantes hay que marcarlos de cerca. Eso exige pluralidad, y pluralidad no es ni mayoría absoluta ni viejo bipartidismo turnante. Hay, o debiera haber, tantas formas de pensar como cabezas. Lo único seguro a estas alturas es que la vida habrá de seguir tras las elecciones, en una sociedad donde habremos de caber todos otra vez. Por eso los partidos estaban obligados a explicar cómo se relacionaría su poder con esa sociedad, caso de ganar las elecciones. Y en este aspecto mucho me temo que vaya a continuar siendo la nuestra, cualquiera que sea el resultado, la misma sociedad partidista, tan española, donde sólo la vida partidaria encuentre fácilmente un sitio.
Una vida condicionada, como tantas veces a lo largo de nuestra historia, por los partidos políticos, por la adscripción a un bando. Por unos o por otros. Aprisionada en un simple y burdo dilema, o estás conmigo o contra mí. El otro pasará entonces a ser el olvidado porque el otro en este país no existe, el otro es un lujo del que se permite prescindir.
Vida repartida donde nada se puede hacer fuera de los partidos, de la militancia subyugada o servil, vida clientelar donde al individuo no se le permite proclamar su ser único, irrenunciable, indivisible dentro de una vida participante y participativa, libre e independiente para decir a esto que sí y a aquello no. Vida en fin inteligente, ilusionada, proyectada hacia el futuro y capaz de distinguir los proyectos de las consignas.
La política no es un simple juego, aunque haya de servirse necesariamente de la estrategia. Tiene que ser mucho más. Tiene que ser ejemplo, pedagogía política, la cultura política que se le está hurtando a este pueblo. Sobre el corazón, aunque lo tengamos protegido con la cartera o con la chaqueta, ha de ir siempre la cabeza.- .
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