_
_
_
_
Tribuna:Elecciones 2000
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Los debates traídos por las cigüeñas

Los políticos explican a veces confidencialmente a los amigos el auténtico motivo -por lo general muy alejado de la versión oficial- de sus decisiones polémicas con el mismo tono de superioridad condescendiente que suelen emplear los chicos más despiertos de la clase al revelar a sus inocentes compañeros que los Reyes Magos son los papás y los niños no vienen de París en el pico de las cigüeñas. Así, por ejemplo, los portavoces del PP-refugiados en el burladero del secreto profesional- no sólo vienen deslizando al oído de sus periodistas de cámara cuál fue el objetivo perseguido por el Ministerio de Asuntos Exteriores al filtrar delictivamente el historial clínico de Pinochet a dos medios cercanos al Gobierno; también les cuchichean con tono desenvuelto la causa de que el candidato del PP a la presidencia del Gobierno haya decidido rehuir por tierra, mar y aire cualquier debate en Televisión, bien sea -mano a mano- con el candidato del PSOE, bien sea acompañados por los representantes de otros partidos.Las razones ocultas de Aznar para boicotear los debates televisivos son más fáciles de descubrir que el enigma de los Reyes Magos o de la cigüeña. El ministro Rajoy, el portavoz Piqué o el secretario general Arenas ni siquiera hacen demasiados esfuerzos para ser creídos cuando mascullan tiernas bobadas destinadas a tapar el incumplimiento por el presidente de su oxidada promesa de aceptar -como un hombrecito formado en la retórica de Rudyard Kipling- los desafíos de sus adversarios. La demagógica cruzada emprendida en su día por El Mundo para defender los inalienables derechos del candidato de IU a participar en un debate a tres televisivo de obligada realización pasó a mejor vida una vez que Almunia y Frutos suscribieran su programa común de gobierno y la pinza entre Aznar y Anguita dejase de funcionar; el pretexto de repuesto fabricado por los portavoces mediáticos del PP para salvar la cara ha sido invitar a los nacionalistas catalanes, vascos y canarios a un debate a seis: un escenario ampliable al barullo del camarote de los hermanos Marx si los propósitos obstruccionistas lo exigieran.

Nadie desconoce el secreto de Polichinela: la causa de la espantada de Aznar no es otra que su reservón propósito de no someter a incertidumbres las optimistas perspectivas de una victoria ya pregonada por las encuestas; un eventual debate del actual presidente del Gobierno con Almunia - o también con Frutos y los candidatos nacionalistas- daría un carácter más competido a la campaña electoral y podría sacar de la pasividad a los potenciales votantes de la izquierda que siguen vivaqueando en la abstención. Ahora bien, explicar una decisión no significa justificarla: para ser políticamente legítima, una medida orientada a mantener a un partido en el poder -como es el caso del debate televisivo hurtado a los electores- no sólo está obligada a cumplir las leyes, sino que debe respetar igualmente los valores democráticos. Aznar incumple sus compromisos con la opinión pública al sabotear la institucionalización de los debates electorales, un uso político imprescindible para abaratar las campañas y mejorar su eficacia comunicativa: son los ciudadanos, y no los partidos solicitantes de sus votos, quienes tienen derecho a exigir a los candidatos que abandonen sus soporíferos monólogos y sometan las propuestas sobre impuestos o pensiones al fuego cruzado de la discusión con sus adversarios.

Fernando Vallespín recuerda en un excelente libro (El futuro de la política, Taurus, 2000) que las dimensiones prescriptivas de la democracia no deben ser confundidas con la descripción de los sistemas políticos acogidos a tan prestigioso nombre. La democracia no es sólo un conjunto de reglas y procedimientos: su esencia son los principios y los ideales normativos que el ordenamiento institucional está obligado a encarnar en la realidad. Algunos profesionales de la política suelen justificar sus prácticas ventajistas con el descarado argumento de que todo está permitido en la lucha por el poder siempre que los jugadores no sean agarrados in fraganti con un as en la manga. No es probable, sin embargo, que los ciudadanos -sea cual sea su filiación ideológica y el sentido de sus votos- sigan aceptando impávidos que el único debate electoral en televisión sea la caricatura traída por las cigüeñas a Las Noticias del Guiñol de Canal +.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_