El poder de la edad
En el Aula Magna de la Carlos III de Madrid, un alumno le preguntó a Almunia si no le parecía que la batalla a propósito de las pensiones -unos ofreciendo una paga y otros un porcentaje adicional- no debería quedar al margen de la campaña. Y Almunia respondió: "Los pensionistas deben quedar al margen; pero no marginados". Ésta es una de las dos o tres petite phrase que le he escuchado improvisar al candidato. Otra es una que dice "Aznar gobierna para los amigos, nosotros para la gente" de lo que se infiere un eslogan de pasquín que rezaría: "Almunia: un presidente para la gente." Ayer, en la Universidad, se trataba de presentar a un presidente para los estudiantes y Almunia escogió el modelo de una conferencia para dirigirse a ellos, de acuerdo con la índole del local y la supuesta actitud de la concurrencia. Mejor hubiera sido, sin embargo, un coloquio abierto de principio a fin que habría generado una comunicación más expresiva y abundante. La exposición del candidato "en torno a las necesarias reformas políticas que reclama el sistema vigente", incidió pronto en la monserga de los puntos uno, dos, tres y cuatro con los apartados a, b, c y d, referidos a asuntos como el I, II, III y IV, pertenecientes al funcionamiento de las instituciones del Estado, la forma de entender el poder, la ley electoral, los poderes ocultos de Kant y Bobbio, etcétera. Efectivamente, cuando llegó el coloquio los estudiantes preguntaron sobre si aumentarían las oportunidades de colocación y si se iba a legalizar o no la marihuana.
También alguien le planteó la cuestión de por qué no se convocaron otras primarias en el partido después de la renuncia de Borrell y a eso contestó Almunia con un bucle preciosista que obnubiló al interpelante y a un sector del auditorio. Por lo demás, los estudiantes parecían en buena medida afectos a la causa del PSOE, porque la mitad recibieron al líder de pie, aplaudiendo y hasta se lanzaron dos gritos proclamándolo presidente. Aunque también es verdad que prácticamente la totalidad, concluido el acto, perdió entusiasmo, salieron al campus, formaron corros y empezaron a hablar de otras cosas.
Día a día, a medida que se suceden los los mítines, las visitas, las conferencias, se recibe la impresión de que la intensidad política del programa responde a una demanda endógena, gestada por fuerzas centrípetas, y no a la reclamación exterior. Ni estudiantes, ni profesionales, ni gremios, cofradías o asociaciones parecen verse afectados, no se diga ya alterados, por el paso del candidato.
Sólo hay un público sumiso y humillado que pone todo su oído y éstos son los pensionistas. Ahora la campaña habla de ellos y trata de atraerlos con unas pesetas que apenas les redimen. Pero ellos son en silencio más de seis millones de votantes y podrían, de proponérselo, salvar o condenar el destino de cualquier candidato.
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