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Historia de una llamada telefónica

Antic sólo aceptó el cargo después de que le aseguraran los 90 millones que aún le debe el Atlético

El administrador judicial del Atlético de Madrid, Luis Manuel Rubí Blanc, inició ayer los procedimientos para hacer un fichaje que, de concretarse, sería único en la historia del fútbol, por las circunstancias extraordinarias en que tuvo lugar. Rubí convocó, sobre las seis de la tarde, a los cinco capitanes de la plantilla para anunciarles la destitución de Ranieri. Kiko, Molina, Santi, Toni y Aguilera se sentaron frente al administrador, en su despacho del Calderón. Los acompañaban los ayudantes de Rubí, el asesor deportivo, Miguel Juane, y el asesor económico Fernando Elvira. También estaban presentes el secretario técnico del club, Miguel Ángel Ruiz y el gerente, Clemente Villaverde. Ninguno de ellos sabía que unos minutos más tarde Radomir Antic sería nombrado por teléfono entrenador del Atlético.Para Ruiz, Villaverde, y los jugadores, fue una sorpresa conocer la noticia de boca de Rubí: "Ranieri ha dimitido". El primer capitán, Toni, preguntó curioso: "¿Quién dirigirá mañana el entrenamiento?". Rubí reveló su segundo golpe de mano: "El nuevo entrenador es Radomir Antic". Entonces saltó a la palestra, precavido, uno de los colaboradores de Rubí: Fernando Elvira tomó la palabra: "Bueno, todavía no es seguro... que Antic sea el nuevo entrenador". A lo que Rubí, presa de su afán por dominar la situación, contestó con actos: con un ademán rápido, levantó el auricular de su teléfono y marcó el número de Antic. Le consultó: "¿Te vienes? Sólo tienes que aceptar y mañana mismo entrenas al equipo". Antic le responde que hable con su abogado. Los jugadores se miran unos a otros, incómodos. La tensión parte el despacho en dos.

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Presuroso, Rubí tecleó el número de teléfono del letrado Ignacio Buylla y le comunicó su decisión. Buylla le replicó que antes de nada debía abonar el finiquito que el club le debe a su cliente desde la temporada pasada, y cuyo pago -por un total de 90 millones de pesetas para Antic y 10 millones para su ayudante- él mismo propuso suspender al Juez García Castellón el 18 de enero pasado. Rubí le prometió los 90 millones y Buylla impuso la duración del contrato: lo que queda de temporada más la siguiente. Hasta junio de 2001. Rubí aceptó.

Hoy se firmará el contrato y Buylla actuará con viento a favor para exigir la cantidad que desee. Desde el club, surgieron voces de alarma: "Ni Juane, su propio asesor deportivo sabía que Rubí ficharía a Antic; no lo sabían ni Villaverde ni Miguel Ángel Ruiz... Ahora las condiciones del contrato las va a imponer Antic. Rubí está en sus manos".

Cuando el juez suspendió el pago de su finiquito -correspondiente al contrato que firmó Antic el año pasado con el Atlético, y que el ex presidente Jesús Gil rescindió al terminar la temporada- Antic presentó una demanda para ejecutar los 90 millones contra los beneficios de taquillas, traspasos de jugadores y derechos audiovisuales. Esa demanda sigue pendiente, aunque Antic confesó ayer en la cadena SER que "todo se solucionará".

"Estoy en deuda con la afición", dijo Antic, como si ya percibiera en el pecho el escudo bordado del Atlético en su chándal de entrenador. "Estoy en deuda con la gente que siempre se manifestó en favor mío; y si esa llamada venía del Atlético no podía decir que no. No he tenido tiempo de hablar de la duración de mi contrato todavía, eso se hará mañana. Yo soy una persona humilde". Luego, Antic opinó sobre la situación del equipo: "Tenemos que encontrar entre todos una simbiosis para salir de una situación que no le corresponde al Atlético. Estoy informado. Hace un año que leo, pendiente del Atlético".

La llegada del entrenador más popular en los graderíos del Calderón es inminente. Los que no deben estar celebrándolo son los jugadores. En el vestuario, Antic tiene más enemigos que adeptos. Rubí lo sabe. Por eso no consultó a los capitanes sobre ese particular. Ayer, los capitanes se limitaron a mirar con gesto alucinado. Después de unos minutos de vértigo, no tenían demasiado que decir.

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