Las parábolas de González
En la primera campaña electoral en la que no es candidato a la Presidencia del Gobierno desde la muerte de Franco, Felipe González ha enganchado un discuso machacón. Intenta convencer a los ciudadanos de la necesidad de un cambio de mentalidad, de que el futuro pasa necesariamente por hacer una sociedad más emprendedora, por el fomento de iniciativas empresariales, por el riesgo. Lo repite con enorme paciencia ante la frecuente incredulidad de auditorios que esperan un discurso más al uso en campaña electoral, más cañero quizá. Pero se encuentran con un Felipe reflexivo que les pide que sean "ofertantes" y no "demandantes". "No se trata de ver qué es lo que la sociedad nos demanda, sino de ver qué podemos nosotros ofrecer, de poner en valor lo que tenemos". No faltan los ejemplos concretos: "Las Corraleras de Lebrija son una empresa cultural" y los tiene para cada sitio: el vino de Jerez, "irrepetible y limitado"; el flamenco o el aceite de oliva. Al final, el auditorio suele quedar complacido. "Qué razón tiene Felipe", repetían la noche del martes muchos de los 400 asistentes a una cena en la bodega Doña Lola, de Jerez.
A veces, en los turnos de preguntas, González es acusado de neoliberal, de propagar el individualismo. Entonces replica que la sociedad del riesgo no es de naturaleza conservadora, admite que ha sido un error histórico de la izquierda considerar al empresario enemigo de clase y concluye que "la competitividad que tiene éxito en el mundo es la cooperativa".
Los colaboradores de González tienen la instrucción de dar preferencia a aquellos actos que permitan un encuentro directo con distintos colectivos. Así lo lleva haciendo desde la campaña de las elecciones municipales, cuando ideó la fundación Andalucía Emprende. Y lo sigue haciendo en la actual. El martes participó en una cena-coloquio en una bodega de Jerez y hoy tiene previsto un almuerzo similar en Cáceres. Los invitados -en Jerez pagaron 2.000 pesetas por cubierto- son preferentemente empresarios, profesores universitarios "y todas aquellas personas que se sienten cercanas a nosotros. pero que nos ven todavía lejanos", según Carmen Romero, que en Jerez compartió mesa y mantel con su esposo.
Hay en estos encuentros una continua crítica a la "más alta concentración de poder financiero y económico conocida en España" y una advertencia de que son los empresarios los principales perjudicados porque "ven limitadas y agobiadas sus oportunidades de competir en una economía abierta y en un mercado globalizado".
Cuando en su discurso hace un paréntesis para entrar en campaña, y lo hace con mayor frecuencia de lo que inicialmente advierte, siempre insiste en que lo más preocupante de las opciones sobre acciones y de esta concentración de poder no es el enriquecimiento de unos cuantos amigos del Gobierno, sino esa limitación a la igualdad de oportunidades.
También se ha empeñado González en no restar un ápice de protagonismo al candidato socialista a La Moncloa, Joaquín Almunia, de quien cada día sale en defensa, según la cuestión que toque, ya sean las críticas de Jaime Mayor por sus propuestas sobre política antiterrorista o los desprecios de José María Cuevas, presidente de la CEOE. Si hay una frase que González no deja de pronunciar en cada intervención pública es su plena confianza en Almunia "porque tiene la mirada limpia".
También machaconamente González repite que, ahora que no persigue ningún sillón, puede permitirse el lujo de hablar con más libertad. El lunes, día de Andalucía, se permitió "el gustazo" de decir a los almerienses que en aquella provincia también se ganó el referéndum de la autonomía y que hubo un 53% de participación, aunque oficialmente no se llegó a la mitad porque se incluyeron en el censo 12.000 muertos.
Y en Jerez, a propósito de una pregunta sobre la base de Rota, admitió que "era un disparate" convocar el referéndum sobre la OTAN, que lo convocó porque estaba " comprometido en el programa electoral" y que fue una decisión dolorosa para el pueblo español "porque esa pregunta no se le hace a la gente".
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