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Inmigración, un fenómeno en auge sin respuestas públicas acordes

Tereixa Constenla

De la noche a la mañana Andalucía amaneció como una porción de la tierra prometida de la Unión Europea. El sueño migratorio, que había sangrado la población andaluza en décadas precedentes, se trasladó más al Sur. Y Andalucía se convirtió en parte del Norte próspero para los habitantes de la cornisa magrebí, e incluso otros países del África subsahariana. El cambio de tendencia demográfica -de territorio emigratorio a inmigratorio- cogió con el pie cambiado a todo el mundo. Los incidentes racistas de El Ejido, que han conmovido más allá del Atlántico por su crudeza, se enmarcan también en este contexto de pasividad pública, a la hora de engrasar los mecanismos de convivencia entre dos comunidades extrañas. En tres décadas, los vecinos de la población almeriense pasaron de dormir con las puertas abiertas a cruzarse en la calle con gentes de más de medio centenar de nacionalidades, que en 1999 representaban el 12,3% de la población. Demasiados cambios y demasiado rápidos para dejarlo en manos del azar.

Aun hoy, cuando la llegada de los primeros inmigrantes se remonta a comienzos de los ochenta, se desconoce casi todo acerca del fenómeno. Por no saber, no se sabe ni cuántos inmigrantes residen en Andalucía (teniendo en cuenta que la cifra de los regularizados sólo es una aproximación a la realidad, pese a lo que dice Abel Matutes de que los sin papeles "no existen") y cuántos necesita la economía andaluza, sobre todo la agricultura de Almería, Huelva y Jaén, que absorben la mayor mano de obra, junto a otros sectores de Málaga.

Choque entre culturas

El antropólogo Francisco Checa, estudioso del fenómeno de la inmigración, presentó una ponencia en el Foro Andalucía en el Nuevo Siglo, en la que incidía sobre la aparición de problemas hasta entonces desconocidos en la región, entre ellos el rechazo derivado "del choque entre culturas". Checa abogaba por poner en marcha una serie de medidas para fomentar la integración -frente a la asimilación-, cuya piedra angular descansa en "el respeto a la diferencia". La complejidad del fenómeno inmigratorio obliga, según el antropólogo, a diseñar una batería de medidas económicas (trabajo estable y remunerado), sociales (regularización, viviendas "decentes" frente a los guetos, cobertura sanitaria, reagrupación familiar como "la mejor plataforma para la integración") y culturales (aceptación de pautas distintas).

En su ponencia, Checa advertía de que "algunos brotes de racismo" se producían en zonas donde la mano de obra extranjera supera la demanda. Por ello, planteaba la necesidad de elaborar un estudio de las necesidades de mano de obra para ajustar los cupos a la demanda real, garantizar la estabilidad en el trabajo de los extranjeros y obligar "a los empresarios a contratar legalmente a los trabajadores".

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Sobre la firma

Tereixa Constenla
Corresponsal de EL PAÍS en Portugal desde julio de 2021. En los últimos años ha sido jefa de sección en Cultura, redactora en Babelia y reportera de temas sociales en Andalucía en EL PAÍS y en el diario IDEAL. Es autora de 'Cuaderno de urgencias', un libro de amor y duelo, y 'Abril es un país', sobre la Revolución de los Claveles.

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